Cine & Espectáculo

‘¿Quién mató a mi hermano?’: El caso de desaparición y muerte de Luciano Arruga en Argentina

El documental cuenta la historia sobre uno de los hechos de violencia institucional más icónicos de la historia reciente del país sudamericano.


El 31 de enero de 2009 un joven de 16 años caminaba por su barrio en Lomas del Mirador, en el municipio de La Matanza, limítrofe a la capital argentina. Fue entonces cuando agentes de la Policía Bonaerense lo interceptaron y lo detuvieron. No era la primera vez que esto le pasaba a Luciano Arruga. Sin embargo, fue la última.

Aquel acontecimiento dio origen al documental ‘¿Quién mató a mi hermano?’, de Ana Fraile y Lucas Scavino, cuya protagonista es Vanesa Orieta, hermana del joven. El film se estrenará en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), que se lleva a cabo entre el 3 y el 14 de abril.

“Buscamos trascender el medio local, buscar conectores con la problemática que enfrentan familiares de víctimas de desaparición forzada en distintos lugares del mundo”, explicaron los directores a este medio. “Demostrar que no se trata un problema de Argentina sino de todos los Estados en este momento histórico”, añadieron.

Scavino sostuvo que buscan “que esta película ayude a la repercusión de este caso”. “Sabemos, como lo dijo Vanesa muchas veces, que la lucha por verdad y justicia es en la calle y esta es la manera que nosotros encontramos, con nuestras herramientas, de ser parte de esa lucha”, subrayó.

El caso Luciano Arruga

Simplemente por su aspecto (era un muchacho humilde), los agentes de la zona habían hostigado y arrestado a Luciano varias veces en sus cortos 16 años de vida. De hecho, como se comprobó en un juicio posterior, en octubre de 2008 fue torturado por oficiales policiales. Querían que trabajara robando para ellos, pero siempre se negó.

Por eso, aquel 31 de enero de 2009 fue distinto. Ni bien su hermana Vanesa se enteró que el joven estaba otra vez privado de su libertad se acercó al destacamento del barrio. Pero le respondieron que no estaba allí –un peritaje posterior demostró que la policía mintió–. Pasaron las horas y Luciano no aparecía.

Así siguieron semanas, meses y hasta años. Vanesa se convirtió, casi sin quererlo, pero a fuerza de una voluntad inquebrantable, en un ícono de la lucha de familiares de desaparecidos en democracia. Continuando, así, el legado de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Comenzó a organizar marchas para exigir la aparición del joven, se presentaron habeas corpus y hasta se logró recuperar el destacamento policial para convertirlo en un espacio contra la violencia institucional, por la memoria y los derechos humanos. Los policías involucrados fueron temporalmente separados de la fuerza, pero al poco tiempo los reincorporaron en otras jurisdicciones.

Luciano siguió sin aparecer hasta que el 17 de octubre de 2014 una noticia estremeció a la sociedad argentina. Un cuerpo enterrado sin nombre en el Cementerio de Chacarita, en Buenos Aires, había sido identificado. Era Luciano Arruga que había muerto la madrugada del 1 de febrero de 2009, apenas unas horas después de su detención, atropellado por un vehículo en la autopista General Paz.

Un documental, una lucha colectiva

Poco tiempo antes de que se supiera qué fue lo que pasó con Luciano, Scavino y Fraile se acercaron a Vanesa para proponerle “registrar la actividad del grupo de familiares y amigos” de la causa.

Buscaban, en ese entonces, aplicar a una convocatoria del canal de televisión catarí Al Jazzera, que financiaba “temas de actualidad política que tengan impacto en las comunidades de las que forman parte”. Esa fue “la semilla de esta película”, señala Fraile.

La directora reconoce que “el tema incómodo en esta obra es la desaparición forzada en manos del Estado y el asesinato en manos de las fuerzas de seguridad”.

abe recordar que, si bien el juicio todavía se encuentra en período de instrucción, sus familiares sostienen que la muerte de Luciano se debió al accionar de las fuerzas de seguridad. El joven fue atropellado en una autopista luego de ser torturado y dejado al costado de esa vía por los policías.

En ese sentido, Scavino apuntó que buscan “sensibilizar” y “contar una historia que cale en quienes la miran de un modo que los incomode lo que están mirando”.

Además, relató que discutieron extensamente la forma que debía tener la película y lo que acordaron ambos fue que “si había algo para mostrar era la lucha de la familia, de los amigos, de las organizaciones que los apoyan, porque sin eso no hay nada, son las familias quienes cambian el rumbo de la historia”.

“Si había algo para mostrar era la lucha de la familia, de los amigos, de las organizaciones que los apoyan, porque sin eso no hay nada, son las familias quienes cambian el rumbo de la historia”, Lucas Scavino, director de cine.

Ambos coinciden en que el objetivo es “ampliar la mirada que tiene el común de la sociedad argentina sobre la problemática de represión estatal” y, sobre todo, poder transmitir que “el otro también es uno mismo”.

De esta manera, “cuando en la calle alguien cruce a un chico de un barrio humilde, en lugar de temer y alejarse, pueda dimensionar cuál es su realidad que no es otra cosa que nuestra realidad”, enfatizó Fraile, y planteó la responsabilidad social de “seguir buscando a todos los desaparecidos”.

De La Matanza a Ginebra

Para realizar este trabajo los directores se vieron obligados a buscar recursos propios porque no podían resolverlo “con un presupuesto acotado”. Es que, entre otras cosas, viajaron con Vanesa y un grupo de familiares hasta la sede de Naciones Unidas en Ginebra, Suiza.

Durante los primeros tres años no tuvieron apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), al contrario, encontraron “retrasos, diletancias y negativas”, aunque finalmente las lograron sortear y el ente que regula el cine en Argentina declaró “de interés” el documental.

“Mientras tanto, nosotros mismos lo financiamos y también encontramos apoyo de otras personas, afectos muy cercanos que con su tiempo de trabajo y con su dinero contribuyeron de una forma inestimable a poder terminarlo”, rememoró Scavino.

Consultados sobre si recibieron algún tipo de presión durante el rodaje la respuesta fue contundente: “Los que sufren presiones y amenazas son Vanesa y el grupo de familiares y amigos, no nosotros”. “Ellos son los que interpelan directamente e incomodan al sistema policial-judicial-político que por acción u omisión permite y avala una desaparición forzada y un asesinato como el de Luciano”, explicó Fraile.

“Los familiares y amigos son los que interpelan directamente e incomodan al sistema policial-judicial-político que por acción u omisión permite y avala una desaparición forzada y un asesinato como el de Luciano”, Ana Fraile, directora de cine.

Finalmente, aseguró que trabajar con el grupo de familiares y amigos de Luciano Arruga “fue un aprendizaje continuo, fue ver, entender, aprender, repensar el mundo”. “Nos emocionó ver funcionar al grupo cada uno desde su lugar y en su rol”, dijo. Si bien Vanesa es la cara visible está “sostenida y acompañada por personas tan comprometidas como ella en la lucha”.

Durante el proceso de filmación vivieron “momentos fuertes e impactantes” de los cuales –aseguran– muchos están dentro de la película. Entre estos se destacan la marcha posterior a la aparición de los restos de Luciano y el juicio al policía Diego Torales, encontrado culpable de torturar al joven en octubre de 2008.

Pero también hubo otro momento: el del registro y el de la edición. “Esta película, por las características que tuvo, la hicimos muy solos”, subrayó Scavino, y agregó: “Éramos nosotros con la cámara, nosotros con la computadora. Y una vez que la cámara y la computadora se apagaban, llegaba un momento de catarsis, de dolor, pero a la vez de fuerza”.

“Ese momento que fue brindado, quizás hasta sin saberlo, por familiares y amigos de Luciano Arruga, fue muy conmovedor”, concluyó.

Santiago Mayor

Fuente: RT Actualidad (Foto: Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga)

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