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Murió Edgardo Nieva, el actor que Leonardo Favio eligió para ser Gatica

El actor Edgardo Nieva, perseguido desde 1993 por el “fantasma” del boxeador José María Gatica por la interpretación que hizo en “Gatica, el Mono”, de Leonardo Favio, murió ayer a los 69 años en Buenos Aires.


El actor Edgardo Nieva, perseguido desde 1993 por el “fantasma” del boxeador José María Gatica por la interpretación que hizo en “Gatica, el Mono”, de Leonardo Favio, murió hoy a los 69 años en Buenos Aires.

Nieva no sólo se sometió a varias operaciones estéticas para parecerse al mítico boxeador, sino que varias expresiones vertidas por el personaje quedaron para siempre en el sonido de su voz.

Su deceso se produjo a causa de un cáncer que lo tenía a mal traer desde hace tiempo y por el que había sido internado en la Fundación Favaloro, informó hoy la Asociación Argentina de Actores.

Hombre del peronismo en ideología y sentimiento, había nacido el 19 de marzo de 1951 en un conventillo en la intersección de Callao y Corrientes, propiedad del músico Pedro Maffia, tal como lo contó en la banda sonora de “Favio: crónica de un director”, el intenso documental que Alejandro Venturini rodó en 2016 y donde, entre otras, su voz en off fue una columna esencial.

Allí, desde la narración de su humilde infancia, en la que recordaba la condición de pianista de academia de su madre y la de mozo del bar Ramos de su padre, Nieva no se construía un pasado rumboso sino que asimilaba las penurias propias con las del personaje –el único- que lo lanzó a la fama y por el que permanecerá por siempre.

Luchador por la vida, mientras intentaba ingresar en la ruta artística como actor, quiso estudiar Ciencias Económicas como pudo, realizó toda clase de trabajos de supervivencia, fue visitador médico y, con lo recaudado por algunas intervenciones teatrales, logró formar una fugaz empresa de distribución de bidones de agua para oficinas.

Las mujeres nunca le fueron indiferentes: estuvo casado muchos años con la actriz Betiana Blum y en la última década era acompañado por Silvina Spada, una actriz menos rutilante pero que fue quien le cambió el humor y el perfil social: Edgardo iba vestido como un verdadero caballero a cuanto estreno de teatro fuera invitado.

No hay foto, afiche o tráiler de “Gatica, el Mono” en el que el rostro de Nieva castigado en el ring no esté en primer plano, pero no le fue fácil convencer a Leonardo Favio de que él era el actor único, preciso, imprescindible. Fueron infinitas las llamadas telefónicas, así como los encuentros en un barcito cercano al Hospital Fernández, frente al cual el cineasta había montado su oficina. Luego de las rispideces y las discusiones, nació una hermandad para siempre, lo mismo que con el “rusito” Horacio Taicher, quien partió en forma prematura.

Además de hacerlo famoso en la Argentina y el exterior –en 1994 ganó el Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas como actor protagónico, aunque no el de revelación, para el que también estaba nominado-, Nieva fue asaltado en una oportunidad en su departamento por dos individuos que, al reconocerlo como el actor que era, se arrepintieron de su acción no sin antes felicitarlo.

En la trayectoria de Nieva también estuvo presente el teatro con las obras “El dragón de fuego” (1997), de Roma Mahieu, con Virginia Lombardo y dirección de Julio Ordano, “Un tranvía llamado deseo” (2000), de Tennessee Williams, dirigida y protagonizada por Dora Baret, “Esquirlas” (2002), de Mario Diament, “Muero por ella” (2004), con Katja Aleman, “La empresa perdona un momento de locura” (2011), con Marisa Viotti, luego sustituida por Silvina Spada, y sobre todo en la desopilante “Orquesta de señoritas” (2016), de Jean Anouilh, donde interpretaba el único personaje varonil en un elenco en el que todos los actores hacían de mujer.

Durante algunos años tuvo el sueño de encarnar a Juan Manuel de Rosas en una película que él mismo pensaba producir: para eso aprendió a andar a caballo, se interiorizó en las comidas y costumbres cotidianas de la época, contrató a un guionista especializado en historia y se hizo fotografiar con el uniforme de gala.

Todo estaba listo, pero el acuerdo con la productora San Luis Cine nunca llegó a rubricarse.

En TV llegó a participar del ciclo “Sin condena”, emitido durante 1994, y compuso un personaje en las miniseries “Sandro de América” y “El lobista” (2018); en la pantalla grande condujo el automóvil de Isabel Sarli en “La dama regresa” (1996), de Jorge Polaco, e intervino también en “Tesoro mío” (2000), “Ni vino, ni muerto” (2002) y “Palermo Hollywood” (2004), entre otros títulos.

Admirador de Enrique Santos Discépolo, con quien se sentía profundamente consustanciado –el departamento donde murió “Discepolín” queda a metros del lugar de su nacimiento-, en épocas de vacas flacas recorría centros culturales bonaerenses y de otras provincias, donde emulaba a su ídolo con pasajes de “A mí me la vas a contar…”, el microprograma radial que todos conocieron como “Mordisquito”.

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