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El plan económico de Martínez de Hoz, hito de la dictadura que se anunció un 2 de abril

El 2 de abril de 1976 comenzó un período de cinco años con una inédita apreciación cambiaria que fomentó la especulación financiera, la fuga de capitales y el deterioro de las actividades productivas.

POR MARCELO BÁTIZ

El recuerdo de los 40 años del intento de recuperación de las Islas Malvinas coincide con otro aniversario que se cumple este 2 de abril: hace 46 años, el por entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, anunciaba el programa económico de la dictadura cívico- militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976.

Martínez de Hoz consolidó en poco tiempo su poderío dentro del elenco de ministros del dictador Jorge Rafael Videla, al punto de ser el único, junto a Albano Harguindeguy, en permanecer hasta el 29 de marzo de 1981 junto al primer presidente del golpe, hasta el momento en que lo reemplazó otro general, Roberto Eduardo Viola.

El 2 de abril de 1976 comenzó un período de cinco años con una inédita apreciación cambiaria que fomentó la especulación financiera, la fuga de capitales y el deterioro de las actividades productivas.

Por si quedaban dudas de que el golpe fue cuidadosamente elaborado y contó con meses de preparación, dos aspectos registrados en los boletines que por entonces elaboraba la Dirección de Prensa del Palacio de Hacienda lo confirman.

En primer lugar, ese 2 de abril, cinco días después de su asunción de Martínez de Hoz al frente del Ministerio, ya se habían sancionado siete leyes económicas.

Además, ya se habían designado a más de sesenta funcionarios entre secretarios, subsecretarios, directores del Banco Central, presidentes de empresas públicas y administradores de organismos, una tarea de selección y convocatoria que suele demandar largo tiempo para un gobierno que recién asume.

Otra prueba del tiempo que llevaba en elaboración quedó reflejado en el discurso de presentación, donde Martínez de Hoz habló durante más de dos horas y abarcó desde cuestiones globales como la racionalización del sector público hasta detalles como el precio del sorgo granífero en el noroeste.

“El presente programa es un conjunto coherente e inseparable. En el pasado, muchos de los intentos de saneamiento y recuperación económico-financiero del país han fracasado por haberse encarado únicamente aspectos parciales del problema”, dijo Martínez de Hoz al inaugurar su segundo paso por el Palacio de Hacienda, tras haber sido ministro de Economía del presidente de facto José María Guido en 1963.

“Son demasiado recientes los ejemplos de lo que ha sucedido en la Argentina en las épocas en que la capacidad adquisitiva de su moneda ha sido sobrevaluada. Se ha seguido la tendencia de sobrevaluar la relación de cambio del peso argentino con respecto a la divisa extranjera”, dijo en su exposición el economista formado en la Universidad de Cambridge.

“Ello ha producido una serie de consecuencias negativas, tales como el desaliento a las exportaciones, el incentivo para la importación artificialmente abaratada, la subfacturación en las exportaciones y la sobrefacturación en las importaciones, el mercado negro cambiario, la fuga de capitales, el contrabando y el desaliento a la inversión extranjera”, agregó durante el anuncio.

No estaba describiendo lo que planeaba ejecutar sino, paradójicamente, criticando las políticas de apreciación cambiaria de las que terminaría siendo su máximo exponente.

Al término de su gestión, la inflación acumulada alcanzaba al 9.092,9%, mientras que en ese mismo lapso la cotización del dólar había aumentado 744,8%.

Esa apreciación cambiaria se instrumentó a través de minidevaluaciones periódicas o “crawling peg” por debajo de la inflación. En la city se llamó a ese esquema “tablita” y el nombre no tardó en popularizarse.

Lejos de esa realidad, Martínez de Hoz llamó en su discurso inaugural a “eliminar de raíz” los vicios que atentan contra la producción, por lo que habría que trabajar “quitando todo aliciente y posibilidad a la acción parasitaria especulativa”.

Para ello, agregó, habría que “afianzar la industria nacional y estimular su crecimiento en términos de cantidad, calidad, eficiencia y rentabilidad”.

La liberación de precios, la eliminación de los tipos de cambio múltiples y el repudio al intervencionismo estatal en la economía, tuvo una excepción que puso en evidencia cuál iba a ser la variable de ajuste del plan: los salarios.

“No es factible pensar que puedan tener vigencia las condiciones ideales de libre contratación entre la parte obrera y la empresarial para la fijación del nivel de los salarios”, sentenció en otro tramo de su exposición, dejando en claro que las negociaciones paritarias pasaban a ser cosa del pasado.

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