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El estado de Israel y su geopolítica globalizada contra los palestinos

La política principal israelí es “mundializar” el Estado de Israel, hacerlo omnipresente y tratar de convertir el conflicto palestino-israelí en “cosa del pasado”, aplicando nuevos torniquetes a las ya muy estranguladas ciudades y aldeas palestinas.


Por Luis E. Sabini Fernández (*) / Pocas veces queda tan patente la geopolítica sionista y su alcance mundial como en el operativo iniciado a mediados de la década que acaba, de convertir la crítica al Estado de Israel en antisemitismo.

La política de acoso a los palestinos para sacárselos de encima como problema generó un proceso de brutalización que se ha concentrado, aunque no ha sido su único objetivo, en la Franja de Gaza.

Los palestinos votaron “mal” según el democratómetro interesado y sesgado del eje EE.UU.-Israel, en una de las escasas instancias democráticas que tuvieron, en 2006. La población reveló que su dirección política “tradicional”, recostada por décadas al campo socialista, no era mayoría y que una red religiosa, el Hamas, contaba con mayor simpatía.

Los poderes mundiales no aceptaron tamaño resultado mediante el cómodo expediente israelí de encarcelar a decenas de candidatos ya elegidos. Porque los palestinos religiosos eran más críticos y menos proclives a conciliar con la ocupación israelí que los laicos de Al Fatah, con una dirección “ablandada” o entregada. Y Hamas fue puesto fuera de la ley israelí que es la que rige en toda Palestina.

Por la misma época, en rigor un año antes −otra expresión de la tonicidad palestina− surgió una red no violenta; el BDS, Boicot, Desinversión, Sanciones contra el Estado de Israel y su política de abuso, atropellos y crueldad. Un esfuerzo para obtener el repudio de “la opinión pública internacional” contra los atropellos del Estado de Israel.

El Estado de Israel pudo proseguir contra Hamas y otras organizaciones de resistencia armada (aunque de mínima significación militar) una política represiva tradicional. Facilitada por la enorme diferencia de capacidad operativa de Israel.

Israel además, a esa altura, contaba con el apoyo de una organización palestina, instrumentada, financiada y entrenada militarmente por ellos mismos, basada en la ANP (Autoridad Nacional Palestina), para quebrar la resistencia de la población palestina.

Aquel desconocimiento de la realidad democrático-electoral tuvo como corolario una política de castigo, aislamiento, bloqueo y finalmente ataques militares contra población civil en la Franja de Gaza como si se tratara de ejércitos (porque allí, precisamente, Hamas pudo, mediante un nuevo golpe de mano, recuperar el gobierno que le había sido arrebatado con el desconocimiento del resultado electoral). Abuso reiterado a lo largo de los años, en 2008, 2012, 2014 y culminado con una política de asesinatos selectivos y tendal de heridos ante las Marchas por la Tierra, pacíficas, sin armas ni piedras, de los aciagos viernes iniciados el 30 de marzo de 2018.

Ante el BDS, la estrategia tuvo que ser, al menos ligeramente, otra, ante una red no violenta que se ha ido extendiendo; no comprar productos israelíes, no asistir a conciertos de israelíes, no acompañar sus jippos y certámenes de alcance mundial, no colaborar en actividades universitarias con israelíes y sus universidades.

El BDS ha calado hondo en algunos países, como Noruega, Sudáfrica, España, en campus universitarios de EE.UU. que no es poca cosa, en algunas actividades en otros países como Suecia, Inglaterra, Alemania, Malasia o Italia y con brotes, menores, en países latinoamericanos, como Chile o Argentina (no dispongo del listado completo de países con BDS en actividad).

Para enfrentar entonces este tipo de resistencia y condena a la actuación israelí, desde Israel y sus usinas sionistas se han ido configurando otras estrategias, como, por ejemplo, una muy significativa: la edición de “diccionarios ideológicos” para combatir las críticas con ‘frases y palabras con efecto’ (”Words that work”), junto con un bombardeo mediático sin pausa, con “ejércitos” de trolls.

Israel omnipresente en el mundo, ocupante en Palestina

Entretanto, la política principal israelí es “mundializar” el Estado de Israel, hacerlo omnipresente y tratar de convertir el conflicto palestino-israelí en “cosa del pasado”, aplicando nuevos torniquetes a las ya muy estranguladas ciudades y aldeas palestinas.

Los torniquetes describen de cuerpo entero la representación sionista del mundo: los sionistas, amos. El resto, materia manejable, gobernable. Por ejemplo, cada habitante israelí dispone de por lo menos seis veces más agua que uno palestino.

Una escuela de excelencia (de lo propio) y desprecio (de lo ajeno) que configura a los israelíes desde su más tierna edad.

Y con agravantes. Sigamos con el agua: diferencias abismales de calidad: el agua israelí es potable y segura; el agua a que acceden los palestinos puede ser parcialmente potable pero buena parte está horriblemente contaminada; desde aguas servidas que los israelíes despachan adrede tierra abajo hacia la Franja de Gaza, hasta agua entubada que no puede ser debidamente potabilizada porque unos de los primeros blancos de cada invasión israelí a la Franja de Gaza, por ejemplo, han sido las plantas potabilizadoras. Y en Cisjordania, los tanques de agua. Y esto se repite en todos los órdenes de la vida social; vivienda, cobertura médica, alimentos, comunicaciones, vestimentas, viviendas, estructuras educacionales…

Así como cuando Israel se fundó en 1948 y contó con el apoyo de EE.UU. y por su mediación el de varios gobiernos formalmente independientes pero realmente satélites del nuevo protagonista mundial, o cuando el gabinete fascista [1] traslada en 2016 la capital a Jerusalén, rompiendo el estatuto internacional concedido a dicha ciudad por la ONU en 1947, y algunos gobiernos satelitarios se apresuraron a acompañar tamaña violación del status quo internacional, como fue entonces Guatemala, [2] paralelamente, desde que Israel, con su campaña del Holocausto mundializado, con sede en Yad Vashem, también en 2016, declara luchar contra el antisemitismo, es la República Checa el primer estado que acompaña esa definición política lanzada, por el IHRA. [3]

Desde entonces, en estos últimos cuatro años, unos quince estados europeos han acogido la definición de antisemitismo del IHRA como si fuera cierta, con lo cual ciudadanos de algunos de tales países arriesgan ser tratados como delincuentes al insistir en la validez de la crítica a Israel. Como puede ser el caso de una figura pública como Roger Waters, británico, quien brega por ampliar el BDS, como hace público en sus conciertos. [4]

La dependencia de Europa

Prácticamente media Europa acompaña hoy ese terrible salto mortal de hacer incriticable a Israel so pena de ser tratado como antisemita. Vale la pena dar el listado (sujeto a errores) de los estados plegados. También en 2016, el Reino Unido. En 2017 se sumaron Austria, Bulgaria y Rumania. A lo largo de 2018: Lituania, Macedonia, Países Bajos, Bélgica, Eslovaquia, y el año pasado Hungría, Moldavia, Francia y Grecia.

Hay alguna imprecisión en las listas presentadas porque Alemania aparece en 2017 y en 2020. Y Escocia en 2017, lo cual estaría de más puesto que el Reino Unido, que la incluye, lo hizo en 2016. Hay también estados extraeuropeos que han adoptado tamaña legislación, pero poquísimos: Israel, por supuesto, y Canadá.

La prensa comenta además, los esfuerzos para persuadir a gobiernos como el español o el uruguayo para que adhieran a esta estrategia o como quiera llamársela.

La resolución de marras explicita que no se trata de invalidar toda crítica a Israel: referida al Estado de Israel en similar calidad que a cualquier otro estado, el IHRA aclara que una crítica sigue siendo permitida, válida. Menos mal.

Vale la pena recorrer algunos de los “delitos ideológicos” que guían la acción del IHRA:

• formular acusaciones falsas, deshumanizadas, perversas o estereotipadas sobre los judíos, como tales, o sobre el poder de los judíos como colectivo;

• referirse a la conspiración judía mundial;

• al control judío de los medios de comunicación;

• culpar a los judíos como pueblo o a Israel, como Estado, de inventar o exagerar el Holocausto;

• acusar a los ciudadanos judíos de ser más leales a Israel, o a las supuestas prioridades de los judíos en todo el mundo, que a los intereses de sus propios países;

• establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis;

• e cosi via. ..

Esta agenda es lo más ahistórica que concebir se pueda. Es el adiós a toda tarea de historiador, que busca hechos, relaciones, significados. Aquí ya está todo cumplimentado. Entonces entramos únicamente a la liturgia y abandonamos todo análisis. Un fideísmo medieval redivivo.

¿Cómo aproximarse a la red de coincidencias, o diferencias tácticas entre por ejemplo sionismo y nazismo, tan significativos en los primeros años de la década del ’30 (y cómo esas relaciones, cada vez más ásperas, siguieron vigentes casi hasta el fin de dicha década, algo ciertamente escamoteado por todo el sionismo)? Historiadores, periodistas, observadores, afortunadamente también judíos, han investigado y verificado hechos y actos, pactos y acciones, que la historiografía sionista, si mereciera ese nombre, ha escamoteado.

Holocausto y liturgia

El “Holocausto”, fabricado y puesto a punto por Holllywood y Yad Vashem, merece la siguiente definición del historiador, judío, Norman Finkelstein, hijo de padres sobrevivientes de sendos campos nazis de concentración: “representación ideológica del holocausto nazi […con] una conexión, si bien tenue, con la realidad […en] su mayor parte inservible; no constituye un tributo al sufrimiento judío sino al engreimiento judío.” [5]

La ritualización de lo histórico, que acabamos de ver destrozada por un historiador lúcido y valiente, aparte de intelectualmente penosa y deficiente, es psíquicamente nefanda, otorgando a sus portadores una falsa autoridad moral.

¿Cómo investigar sobre la participación de capitales judíos en la Reserva Federal de EE.UU., por ejemplo?

Este tipo de cuestiones, dentro de la perpectiva israelí no caben de ninguna manera. Porque el gabinete de gobierno está cada vez más formado por soberbios y autoritarios, como Ayelet Shaked, ministra de Justicia que aboga `públicamente por el asesinato de las madres palestinas [sic] porque “paren ofidios que atacan su patria”; o Naftali Bennet, ministro de Deportes, que ha declarado, deportivamente: “He matado a muchos palestinos en mi vida. No hay problema con eso.”

Pero décadas atrás, había gente capaz de escribir “El Holocausto; un peligro para la nación [israelí]”, artículo de Boaz Evron escrito en 1980, [6] en el cual Evron tomaba distancia de la teoría de la unicidad, la exclusividad del mal del genocidio nazi contra los judíos. Primero, por razones fácticas: porque los nazis persiguieron, afirma, con igual saña a los gitanos, pero también por razones psicológicas y morales: porque convertirse en únicas, exclusivas víctimas genera “reacción paranoica” y “ceguera moral”, por carencias de contextualización y eso, sostiene Evron, judío y sionista, genera “peligro para la nación y “podría llevar a que surgieran ‘actitudes nazis’ dentro de Israel.” [7]

Israel contaba en sus primeros años, junto a todo el fascismo militante y terrorista y los atroces manejos de la mal llamada socialdemocracia liderada por Ben Gurion, con judíos con historia propia, que habían conocido el nazismo, la persecución, las privaciones.

Crisis del espìritu crítico

Israel Shahak llegó adolescente y todavía jovencito rompió con el sionismo, advirtiendo sus vetas más ominosas. Avraham Burg, sionista e incluso jerarca del Estado de Israel, llegó a calibrar falencias psíquicas graves en su país. Yehuda Elkana, que con 10 años cayó prisionero en 1944 y fue internado en Auschwitz, cuando cumple 14 años, en 1948, llega a Israel. En 1988 escribió en Haaretz “La necesidad de olvidar”. […] Temía que una imagen de los judíos como víctimas eternas inducida por el Holocausto, impulsara a los israelíes a justificar el comportamiento más cruel para con los palestinos. Al establecer paralelos entre los excesos cometidos por los soldados en los territorios ocupados y lo que ocurrió en Alemania, Elkana manifestaba su preocupación por la posibilidad de que los judíos terminaran imitando la conducta del peor de sus enemigos con lo que estarían concediéndole a Hitler una ‘trágica y paradójica victoria’”. [8]

Reparemos en la fecha: 1988. A fines de 1987, un levantamiento palestino, porque ya no podían soportar el aplastamiento sufrido por la ocupación sionista, y la gota que derramó el vaso: la muerte de 4 trabajadores palestinos atropellados por un camión militar. Se la llamó la “intifada de las piedras” porque ése fue el símbolo y el arma de los desposeídos y humillados.

Y Elkana vio, sin duda, que la respuesta no fue la de una sociedad civil. Con policía, por ejemplo. Sino de un ejército. El Ejército “de Defensa” de Israel empleó balas de plomo desde el primer momento. Y los heridos eran mayoritariamente de la cintura hacia arriba. A matar. Y a combatir a los niños que apedreaban quebrándoles los huesos de los brazos.

Elkana, como Evron, como Shahak, sintieron que el camino emprendido por Israel generaba “actitudes nazis”.

Pero eso está erradicado del universo de Yad Vashem. De la cabeza de B. Netanyahu.

Y el 23 de enero de 2020 se reúnen representantes de unos cuantos estados, incluso algunos que se pretenden democráticos, para cohonestar esta defección intelectual, ética y política.

Fuente: Rebelión.Su autor es periodista y escritor uruguayo

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