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La magnitud de la tragedia por inundaciones en España pone en la mira los fallos de prevención

Los avisos meteorológicos fueron acertados y lanzados con suficiente antelación, pero el aviso a la población llegó cuando ya había decenas de muertos.

El temporal que arrasó el sudeste de España desde el martes ha dejado al menos 155 muertos y decenas de desaparecidos, la gran mayoría de ellos concentrados en el interior de la provincia de Valencia.

Se trata de una tragedia sin precedentes en el último siglo que deja muchas incógnitas en el aire. Las predicciones meteorológicas fueron correctas y los avisos por las lluvias torrenciales llegaron con más de 24 horas de antelación.

Sin embargo, los avisos a la ciudadanía llegaron cuando ya se contaban los muertos por decenas y miles de personas se encontraban con el agua al cuello dentro de sus vehículos, encaramados a árboles, farolas o camiones, o atrapados en sus lugares de trabajo e incluso en sus viviendas, algunos sin acceso a plantas altas.

Un barranco que arrasó con todo

El barranco de Poyo se desbordó poco antes de las 11.30 del martes, a la altura del municipio de Chiva. Se encuentra en la cabecera del río Magre. Los efectos de las lluvias torrenciales a esa altura hacían presagiar lo que pasaría aguas abajo.

A las 18.30, el desbordamiento llegó a Torrent y casi inmediatamente a la zona cero de la tragedia, a los pueblos de Picanya, Paiporta, Benetússer, Sedaví, Massanassa y Catarroja, donde se concentran la mayoría de las víctimas mortales.

Allí el agua arrasó con todo a su paso, dejando en las calles un reguero de cuerpos, de vehículos apilados, de mobiliario urbano destrozado, de fango, ramas y todo tipo de materiales. Casas e instalaciones de toda clase, incluidas residencias de ancianos y puentes, fueron azotados por la fuerza de la corriente. A las 20.12 fue que llegó el aviso de alarma a la ciudadanía.

Un aviso temprano habría salvado vidas

Antes de que llegara la alarma a los teléfonos móviles de todos los habitantes de la región, la población se comportaba como en un martes normal: unos recogían a sus hijos de extraescolares, otros se dirigían a su lugar de trabajo y algunos salían de oficinas. En muchas localidades ni siquiera llovía, pero río arriba ya había desbordamientos.

Se presume que si la alerta hubiera llegado más temprano, muchas personas no habrían utilizado sus vehículos, ni se habrían desplazado, mientras que otros podrían haber tomado medidas, como ascender a plantas altas o desplazarse a viviendas de familiares o amigos que las tuvieran. Sin embargo, la riada les arrolló en un tiempo récord sin que la mayoría fuese consciente del inminente peligro.

Una DANA prevista hace diez días

La DANA fue vaticinada nueve días antes de la catástrofe. El pasado 20 de octubre, la Agencia Española de Meteorología (Aemet) la predijo por primera vez.

El lunes, a las 22.48, la Aemet emitió la alerta roja y naranja, el máximo en el sistema de aviso sobre los riesgos meteorológicos, es decir, más de 20 horas antes de que arrasara los municipios donde se lamenta la pérdida de vidas.

La Conferencia Hidrográfica del Júcar llevaba avisando de desbordamientos desde la mañana del martes. Emergencias de la Comunidad Valenciana había alertado desde primera hora de esa mañana de lluvias torrenciales, fuertes rachas de viento, desbordamientos e inundaciones. A las 11.20 ya advertía de lo que sucedía en el Barranco del Poyo.

Las autoridades no actuaron a tiempo

La Universidad de Valencia, que cuenta con 50.000 estudiantes, alertó por correo electrónico a toda la comunidad educativa el lunes por la noche y suspendió las clases presenciales.

Sin embargo, durante toda la mañana del lunes, el Gobierno de la Comunidad Valenciana apenas se pronunció. Su presidente, Carlos Mazón, lo hizo al mediodía, en una comparecencia en la que dijo que a las 18.00 horas el temporal amainaría.

El video fue colgado en sus redes sociales oficiales y borrado horas después, cuando empezó a intuirse el tremendo desastre.

Tras esa conferencia, Mazón no volvió a comparecer hasta las 21.00, cuando ya se hablaba de decenas de muertos y desaparecidos y las riadas habían arrasado media docena de localidades.

Entonces comunicó que la Unidad Militar de Emergencias (UME), un departamento creado precisamente para ayudar en tesituras como esta, no fue solicitada al Gobierno hasta las 20.36, cuando la situación era límite. A esa hora había muertes, se hablaba de desaparecidos y cientos de personas esperaban un rescate que, en muchos casos, no llegó hasta la mañana siguiente.

En noviembre de 2023, cinco meses después de llegar al poder, Mazón había eliminado la Unidad Valenciana de Emergencia, creada por su predecesor en el cargo, tras tacharla de «chiringuito» y «ocurrencia».

Resaca de la tragedia

Las lluvias torrenciales, el desbordamiento de caudales, las riadas e inundaciones pillaron desprevenida a casi toda la población. De hecho, el único medio que siguió con cierta antelación lo que podía suceder fue el canal de televisión regional A Punt, mientras que en los medios nacionales nadie había visto nada que les hiciera ser conscientes del peligro inminente.

Valencia vive ahora la resaca de la peor noche que recuerdan, con una morgue improvisada a la que se han desplazado nueve equipos de forenses; decenas de desaparecidos que, con suerte, serán encontrados a cuentagotas en los próximos días; miles de vehículos destrozados; miles de casas, locales comerciales, instalaciones públicas o educativas inundadas; puentes quebrados; comunicaciones ferroviarias y de carreteras afectadas; redes de electricidad y telefónica caídas; y un tremendo shock colectivo.

Ahora está por ver quiénes asumirán las responsabilidades por la gestión de esta tragedia, mientras continúan las labores un área declarada como zona de catástrofe.

Fuente: RT Actualidad 

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