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Una muestra en el Sitio de Memoria ESMA pone el acento en la experiencia de las mujeres

Se trata de “Ser Mujeres en la ESMA II” que reúne testimonios de lo que vivieron las sobrevivientes del centro clandestino de detención durante su cautiverio. 

POR MARINA JIMÉNEZ CONDE

La muestra temporaria “Ser Mujeres en la ESMA II” recupera el testimonio de las sobrevivientes del centro clandestino de detención (CCD) que, a la luz del intercambio con las nuevas generaciones feministas, resignificaron su tiempo en cautiverio y lograron comprender que no fueron “torturadas como el resto de los militantes”, en referencia a la violencia sexual.

“No existía la pregunta de qué te pasó, y a la vez, existía el ‘por algo se la habrán llevado’, y encima después nos preguntaban, ‘¿y vos por qué te salvaste?'”, relató Ana María “Rosita” Soffiantini frente a la escucha atenta de un grupo de futbolistas de las inferiores de River Plate, que visitaron el martes pasado el Museo Sitio de Memoria ESMA.

“Rosita”, nombre que le quedó de sus años de militancia en Montoneros, estuvo secuestrada durante dos años en el CCD donde funcionaba la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), y es parte de los 200 prisioneros que, según estimaciones, lograron sobrevivir tras sus cautiverios en ese lugar, en el que desaparecieron alrededor de cinco mil .

Convocada por el Directorio del Museo, Ana María dio su testimonio para la muestra “Ser Mujeres en la ESMA II: Tiempo de encuentros”, inaugurada en marzo de este año y que replica la primera experiencia llevada a cabo en el 2019, pero esta vez “relatando el después”, según explicó en diálogo con Télam.

“Luego vino el poder hablar del después, que fue tan duro como haber estado acá”, reflexionó sobre la diferencia con la primera muestra, que se centró en el momento del encierro.

Además, analizó que a partir de los encuentros que se promovieron desde el Museo, “nosotras entendimos que no fuimos oprimidas y torturadas como el resto de los militantes” varones, en referencia a la violencia sexual sufrida por la casi totalidad de las sobrevivientes.

Y en ese sentido aseguró que “fuimos diferentes ante esa situación, por ser mujeres”.

A su vez, Rosita reconoció que “hubo cosas que fuimos entendiendo después”, en relación al sometimiento de algunas compañeras suyas a situaciones de “esclavitud sexual”, que padecieron de manera constante por parte de sus captores en la ESMA.

“No todas corrimos los mismos riesgos. Las situaciones fueron diferentes, entonces empezamos a entender que cada una sobrellevó lo que vivió como pudo”, analizó.

A su vez, resaltó que los represores intentaron construir la idea de que había un grupo de secuestrados que eran sus “colaboradores”.

“¿Cómo reconstruirnos después, si nosotras mismas nos veíamos de una manera terrible?”, se recriminó.

En ese sentido, consideró que fue “un avance impresionante” poder comprender que “hubo mujeres, que en el horror, no tuvieron otra opción que “bancarse una violación para seguir vivas”, y lamentó, que por ese motivo, hayan sido “condenadas” por otras víctimas.

“No creo que nadie haya querido colaborar”, afirmó, y apuntó contra “la cultura patriarcal” que generó que “nos mirásemos como los hombres querían que nos miráramos”.

“Empezamos a vernos como mujeres, gracias a este encuentro”, y valoró la intervención del Museo y el intercambio con los movimientos feministas que potencia la muestra.

“Todavía estamos en ese proceso. Todavía tengo una construcción, la tengo que destruir cotidianamente para poder entenderme como mujer”, confió.

Además, remarcó que el grupo de sobrevivientes de la ESMA que fueron convocadas por el equipo del Museo quedaron “hermanadas” entre sí, al poder compartir su experiencia “con la escucha de la otra”, de una forma que antes no había tenido lugar.

“Para mí fue un abrazo maravilloso, quedamos hermanadas, realmente nos ha dejado sensibilidad, solidaridad, y sororidad”, valoró.

Como muchas de las mujeres se encontraban encapuchadas durante su cautiverio, había quienes no se habían visto las caras y se conocieron durante los intercambios de la muestra.

“Todo este diálogo enriquecedor, el Museo lo transformó en una herramienta de la política pública, para transmitir lo que aquí sucedió”, señaló a esta agencia la directora ejecutiva de la institución, Mayki Gorosito, y resaltó la gestión de su antecesora, Alejandra Naftal.

Además, destacó que “en el proceso de elaboración de los contenidos del proyecto, está preconcebido que haya momentos de intercambio con las juventudes y referentes del movimiento feminista, para trasladarlo a la muestra”.

En la misma línea, explicó que en relación a los delitos de lesa humanidad cometidos durante el Terrorismo de Estado, el Museo tiene “una definición política de mostrarlos y relatarlos, pero no anclarnos en eso”.

En tanto, la exguía y parte del área de Prensa del Museo, Agustina Gómez Alcorta, afirmó que durante las muestras Ser Mujeres en la ESMA I y II “hemos recibido a muchas escuelas secundarias, muchas chicas y mujeres del movimiento feminista”.

Agustina mencionó que, a raíz de las dudas de las visitantes, “las guías llevamos ese planteo a la dirección ejecutiva y se aceptaron esas sugerencias que estaban haciendo”.

“Sin el reclamo de las nuevas generaciones de los movimientos feministas, no se podría haber dado esta muestra”, completó.

Por su parte, Gorosito consideró que la evaluación de la exposición es “más que positiva”, ya que no sólo, “implicó recibir visitantes y que pudieran acceder a los contenidos”, sino también “por lo que generó entre las sobrevivientes, con las juventudes y con el movimiento feminista”.

“Acá no todo fue tristeza, acá hubo ganas de vivir. Yo por ejemplo acá pude concebir una hija”, enfatizó Rosita, que recordó que en la ESMA asesinaron al padre de sus dos primeros hijos, y que en el lugar conoció a otro secuestrado, con el que “gestamos en la clandestinidad”.

La muestra “Ser Mujeres en la ESMA II: Tiempo de encuentros”, se expondrá hasta el próximo 22 de octubre, que coincide con la Noche de los Museos, y se puede visitar los días sábados y domingos de 10 a 17.

Su realización estuvo a cargo del Museo Sitio de Memoria ESMA junto al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y contó con el cofinanciamiento de la Embajada de Alemania en Argentina.

 

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