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“Desierto sonoro”, un libro con múltiples registros que potencia la voz de Valeria Luiselli

La autora mexicana presenta en esta obra un hecho global, la migración, y, a través de sus personajes, hace una aguda crítica sobre la comprensión que los países y sociedades tienen del fenómeno.


En “Desierto sonoro”, la escritora mexicana Valeria Luiselli indaga en los distintos modos del desplazamiento -el éxodo, la errancia, el viaje- a partir de la travesía de una pareja de documentalistas que va con sus dos hijos pequeños desde Nueva York hasta Arizona, bajo una trama donde se superponen desde una crítica a las políticas migratorias de Estados Unidos hasta el impacto de la oralidad en la cultura contemporánea.

Cuando Luiselli comenzó a avanzar en su tercera novela, lo que sucedía con los chicos que atraviesan la frontera con México se impuso con tanta potencia que decidió escribir en paralelo un ensayo, “Los niños perdidos”, y solo cuando estuvo terminado pudo retomar la historia en la que una familia se desarma mientras atraviesa un paisaje desangelado en el que se amontonan bares y moteles fantasmagóricos.

La novela publicada en Argentina por la editorial Sigilo fue escrita originalmente en inglés y publicada con el título “Lost Children Archive”. Más tarde contó con la traducción de la propia autora y del autor mexicano Daniel Saldaña París, en lo que implica un primer desplazamiento de una lengua a la otra.

Pero los movimientos continúan: los protagonistas de la historia se dedican a capturar y documentar los sonidos que circulan a partir del momento en que dejan Nueva York y el relato se construye desde distintos puntos de vista.

En las primeras páginas, la narradora es la madre de la familia ensamblada compuesta por una mexicana y su hija y un estadounidense y su hijo. Es ella la que contará cómo se fusionaron como grupo y planteará los conflictos que atravesarán, que van desde los desafíos laborales que unieron y ahora distancian a la pareja, lo que viven los niños migrantes en Estados Unidos hasta la disolución familiar.

“Todas las historias son en el fondo una historia de traslado”, reflexiona la protagonista, encargada de marcar una distinción entre sus tareas: ella se piensa como documentalista y él como documentólogo, lo que considera que los asemeja a una alquimista y a un bibliotecólogo y esto hace que escuchen y entiendan los sonidos del mundo de maneras distintas e irreconciliables.

Concebido como artefacto que contiene múltiples capas, “Desierto sonoro” presenta distintos narradores: una mujer que es madre, está por separarse y tiene como objetivo trabajar para cambiar las condiciones de los niños migrantes y por el otro un chico de diez años que observa desde el asiento de atrás de un auto a los integrantes de su familia y se apropia de sus discusiones, obsesiones y búsquedas.

Pero también hay un material alegórico llamado “Elegías de los niños perdidos”, un contenido ficticio de una narradora inventada, Ella Camposanto, que se intercala en el libro con los textos que leen los protagonistas y que logran profundizar las vivencias de los padecimientos de los chicos que arriesgan sus vidas para cruzar las fronteras de México y Estados Unidos.

Dividido en cuatro partes y en capítulos organizados a partir de lecturas y documentos que ocupan siete cajas, el universo de “Desierto sonoro” se nutre de la pregunta, por lo que podemos o no capturar de las experiencias vividas: los adultos documentan y procesan lo que oyen y el niño registra el viaje para regalarle esos momentos a la niña con quien no seguirá compartiendo su cotidianidad.

El nuevo libro de Luiselli (1983) da cuenta de su rol como migrante, ya que nació en Ciudad de México y, debido al rol de diplomático de su padre, creció entre Corea del Sur, Sudáfrica e India: esa mirada se despliega en una trama que puede ser leída como una voz crítica de las políticas migratorias de Estados Unidos, el país en el que reside y en el que escribe.

Entre los epígrafes, hay uno del canadiense R. Murray Schafer que esboza “escuchar es una forma de tocar a la distancia”. En esta tercera novela de Luiselli hay varias escuchas: la del niño que viaja atento a lo que dicen los adultos, la de la madre sobre los chicos que cruzan las fronteras y la que programan para el auto en el que viajan con música y audiolibros.

“No me interesa la intertextualidad como un gesto explícito y performativo, sino como método o procedimiento compositivo”, explica la autora en las notas finales del libro en el que también hay fotos polaroid que reproducen imágenes que forman parte de una de las cajas que ayudan a dar vida a este libro con múltiples registros.

Además, hay una referencia al concepto de distancia de rescate, creado por la escritora argentina Samanta Schweblin, en la novela que lleva ese nombre, para explicar ese momento en el que los padres calculan el tiempo y el espacio para saber si podrán salvar a un hijo ante el peligro.

Luiselli es también autora de las novelas “Los ingrávidos” y “La historia de mis dientes” y de los libros de ensayos “Papeles falsos” y “Los niños perdidos”.

Sus obras fueron traducidas a más de veinte idiomas, fue reconocida con el American Book Award y fue dos veces finalista del National Book Critics Circle Award.

Trabajó como traductora para la defensa de niños migrantes en la corte migratoria de Nueva York y esa tarea la vinculó con el doloroso proceso legal que involucra a miles de niños centroamericanos que cruzan las fronteras en condiciones de riesgo y desamparo.

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