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¿Crisis institucional o caos planificado en Brasil?

Jeferson Miola | Los poderes de la República no están luchando entre sí: los que se suceden son ataques unilaterales, metódicos y sistemáticos de Bolsonaro y los generales contra el Supremo Tribuna Federal.

La idea de que hay una crisis institucional en Brasil es una invención de distracción del propio gobierno para crear un clima de tensión. Hay algo peor: es un escenario planificado de caos ; es la fabricación, por parte del propio gobierno, de un ambiente de agitación y confusión. El contexto de caos planificado es peor que una crisis circunstancial porque revela la existencia de una elección consciente, pensada y deliberada de arrojar al país al abismo.

Expresidentes, académicos y líderes mundiales advirtieron que el 7 de septiembre de 2021 “una insurrección pondrá en peligro la democracia en Brasil”. Entre más de 100 firmas, la carta abierta cuenta con el respaldo del premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el estadounidense Noam Chomsky, el expresidente de Ecuador, Rafael Correa, y el excanciller de Brasil, Celso Amorim.

La crisis institucional presupone conflicto e impasse entre los poderes de la República. Para que una crisis se establezca de manera efectiva entre instituciones, dos o más partes deben luchar entre sí. Como enseñan los argentinos, “para bailar un tango se necesitan dos”. Sin embargo, esto no es lo que se observa en Brasil.

Los poderes de la República no luchan entre sí. Lo que en realidad está sucediendo son ataques unilaterales, metódicos y sistemáticos de Bolsonaro y los generales contra el Supremo Tribuna Federal, sobre todo.

Es bastante sintomático que el propio presidente y los líderes militares promuevan este caos. Lo hacen porque pretenden dejar el país permanentemente en suspenso y pánico.

En términos racionales y lógicos, todo gobernante aspira a la paz y la tranquilidad para poder llevar a cabo su programa de gobierno en la mayor medida posible y, así, aumentar las posibilidades de reelección. El gobierno militar, sin embargo, opta por hacer exactamente lo contrario.

Bolsonaro no gobierna. Simplemente revuelve, genera inestabilidad y conflictos permanentes. En casi tres años en el cargo, no hay un solo registro de Bolsonaro serio, trabajando alrededor de una mesa y reuniéndose con técnicos y expertos para analizar problemas y construir soluciones. Eso no sucedió -¡increíble!- ni siquiera en relación con la pandemia.

Por otro lado abundan las situaciones en las que Bolsonaro lidera y promueve disturbios y revueltas en todo el país, iincluso durante la jornada laboral, utilizando la estructura estatal y el dinero público.

Las catástrofes económicas y humanitarias, la masacre de casi 600.000 personas; la pobreza, el desempleo y el hambre que afectan a más de 100 millones de brasileños; inflación superior al 10% en algunas capitales, un litro de gasolina por encima de siete reales; un bidón de gas a 120, etc., no forman parte de las preocupaciones centrales del gobierno.

El clima de caos es funcional a la estrategia de poder de los militares, porque de esta manera desvían la atención de esta trágica realidad y los militares siguen librándose de los cargos por la responsabilidad de dejar el país en ruinas.

Además, el caos proporciona el “caldo de cultivo” instrumental para su intervención, con el pretexto de un “poder moderador” que “garantiza” la ley y el orden frente a la agitación y la violencia producidas, irónicamente, por ellos mismos.

Actualmente no existe una crisis institucional en Brasil en el sentido clásico de la expresión. Más bien, estamos siendo testigos de la fabricación de un clima caótico e inestable para justificar los ataques terroristas contra la democracia y la Constitución. El 7 de septiembre es otro ensayo de esta estrategia.

Jeferson Miola es miembro del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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