El paso del primer japonés por Cuba, hace hoy 410 años, se considera un hito que marca el inicio de la amistad entre los dos pueblos: Hasekura Tsunenega fue un samurái con historia en América y Europa.
Arribó a esta capital procedente de México, donde le consideran el iniciador de las relaciones diplomáticas entre Japón y ese país, colonia de España en aquel momento, igual que Cuba.
Por esa época, La Habana era uno de los puertos más importantes del Nuevo Mundo y la misión del antiguo guerrero nipón, encomendada por el shogun Tokugawa Hidetada, consistía en conducir una embajada diplomática de su nación a las cortes españolas y a la Santa Sede.
La estancia en la capital cubana fue breve pero la comitiva asiática despertó la atención de los cubanos, pues nunca habían visto personas con tal aspecto. Tan solo los kimonos -prenda tradicional japonesa- constituían una propuesta de vestimenta inédita.
A ello habría que añadir la katana (tipo de sable conocido igual como espada samurái) a la cintura, sandalias en los pies y los rasgos físicos característicos asiáticos, todo lo cual refleja la estatua de bronce de Hasekura Tsunenaga, ubicada en la avenida del Puerto, frente al Malecón habanero.
El monumento exhibido aquí desde 2001 fue donado al país caribeño por la Escuela Sendai Ikue Gukuen, en honor a las relaciones fraternas entre Cuba y Japón.
Se trata de una obra del escultor japonés Tsuchiya Mizuho que retrata al protagonista con el brazo extendido y en pose ceremoniosa. En la mano empuña un abanico tradicional de su país, señalando la imaginaria línea recta que llevaría a la ciudad nipona de Sendai, donde servía al daimyo Date Masamune.
A criterio de varios historiadores, la misión liderada por Hasekura Tsunenaga ayudaría a trazar un nuevo horizonte para el futuro comercial de Japón; algunos inclusos lo identifican como el primer embajador japonés entre América y Europa y reconocen particularmente su sagacidad, disciplina y dotes de buen negociador.
De La Habana, Hasekura partió hacia el Viejo Mundo con el propósito de cumplir su cometido como embajador de buena voluntad y hasta la Biblioteca del Vaticano conserva referencias sobre tan singular personaje.
En medio de su periplo de siete años, Hasekura se cristianizó, lo cual le trajo contratiempos posteriores en Japón, donde el cristianismo estaba proscrito.
La influencia de este samurái resulta palpable en diferentes lugares del mundo, por eso La Habana no es la única ciudad en exhibir una estatua en su honor, existen otras en la región de Emilia-Romaña, de Italia, y en Sevilla, España.
Aunque cuando retornó a Japón, su país estaba inmerso en una era de aislamiento, contrario a las relaciones internacionales, la misión de Hasekura Tsunenega sentó las bases para un despliegue posterior de vínculos cordiales con varios países, donde actualmente se le rinde tributo con respeto y agradecimiento.
El Museo Casa de Asia y la Embajada de Japón en Cuba pretenden conmemorar la visita de de Hasekura Tsunenega con un encuentro este viernes en el parque donde se ubica su estatua en La Habana.
Según lo previsto, el especialista de la Biblioteca de la Casa de Asia Yanosik Hernández compartirá allí detalles sobre las aventuras del samurái por la Mayor de las Antillas, y se podrá disfrutar de la actuación de practicantes de Iaido (arte marcial japonés) y un toque de tambor taiko.
Fuente: Prensa Latina