¿Terminará el presidente su mandato?
La permanente duda que existe en Argentina, sin importar quién gobierne, se sustenta en el devenir de su historia y es revivida cada tanto de acuerdo con intereses políticos que solo sirven para exacerbar los ánimos de un país hoy polarizado entre el peronismo, que representa el gobierno de Alberto Fernández, y el antiperonismo, en el que se aglutinan opositores partidarios, mediáticos y empresariales.
Pero los vaticinios funestos no provienen siempre de los rivales.
Ahora fue el expresidente interino Eduardo Duhalde, otro peronista, quien se encargó de atizar la desconfianza hacia la estabilidad democrática argentina. Predijo en televisión abierta, sin ningún gesto de duda, que las elecciones legislativas del próximo año se suspenderán porque el presidente sufrirá un golpe de Estado.
En #AnimalesSueltos Duhalde acaba de decir que el año que viene no va a haber elecciones, porque habrá un golpe de Estado militar. Así nomás… pic.twitter.com/3fSOFKhh7e
— Sospechoso Javier Smaldone (@mis2centavos) August 25, 2020
A la misma hora, en otro canal, un mediático economista se ponía en sintonía y anticipaba una inminente guerra civil. Hace semanas, una famosa actriz y conductora fue pródigamente difundida por haber preguntado en vivo si Fernández terminaría o no su mandato. Luego se disculpó. Un líder opositor ya cuestionó “cuánto demora esto en explotar”. El exministro del Interior del macrismo aseguró: “Estamos cerca del ‘que se vayan todos'”.
Quien hable mal o en contra del peronismo tiene garantizada una amplia repercusión en medios de comunicación. Cada vez que sale a marchar, la oposición más radicalizada exige el fin del gobierno de Fernández y de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Un gobierno que, vale recordar, comenzó hace apenas ocho meses y medio después de haber ganado una elección transparente y democrática, que recibió una grave crisis económica que le dejó la gestión de Mauricio Macri y que de entrada tuvo que enfrentar una pandemia mundial.
Las críticas al oficialismo, siempre necesarias en los sistemas democráticos, aquí se impregnan de una peligrosa sobreactuación que resucita el temor de que se generen climas de inestabilidad que deriven en nuevos episodios de la violencia política que tanto conocen los argentinos.
La inestabilidad como norma
Argentina comenzó en 1930 una historia de intermitentes golpes de Estados que impidieron la consolidación de la democracia. Entre una y otra dictadura, la tensión política era latente y enturbiaba los esfuerzos por sostener a los gobiernos elegidos por la vía de los votos.
El problema es que la recuperación de la democracia en Argentina no implicó estabilidad política. Crisis económicas, pactos partidarios y estallidos sociales alteraron de manera recurrente el calendario de gobiernos democráticos. Cecilia González, periodista y escritora
En 1976, el golpe contra María Estela Martínez de Perón dio inició a la sexta dictadura argentina del siglo pasado y la más sangrienta, la que dejaría un saldo de 30.000 desaparecidos, cientos de niños robados por los represores y miles de muertos y sobrevivientes de las cárceles clandestinas. También sería la última.
El problema es que la recuperación de la democracia no implicó estabilidad política. Crisis económicas, pactos partidarios y estallidos sociales alteraron de manera recurrente el calendario de gobiernos democráticos.
Raúl Alfonsín, por ejemplo, fue electo para el periodo del 10 de diciembre de 1983 al 10 de diciembre de 1989, pero la crisis económica marcada por la histórica híperinflación de ese año lo obligó a adelantar cinco meses la entrega de la banda presidencial.
Al ganar los comicios, Carlos Menem debía gobernar de 1989 a 1995 sin posibilidad de reelección, pero justo a un año de terminar su mandato logró una reforma constitucional que acortó los periodos presidenciales de seis a cuatro años con posibilidad de una postulación consecutiva. Menem aprovechó la oportunidad y terminó gobernando el país durante una década.
Su sucesor, Fernando de la Rúa, fue electo para el periodo del 10 de diciembre de 1999 al 10 de diciembre de 2003, pero tuvo que renunciar a la mitad del mandato. El 21 de diciembre, en medio del último estallido social que ha sufrido el país, De la Rúa salió de la Casa Rosada en helicóptero, lo que, junto con los cacerolazos, se ha convertido en un símbolo de la expulsión de un presidente argentino.
La hecatombe política, social, económica e institucional que enfrentó el país en 2001 provocó que Argentina tuviera un récord de cinco presidentes en 11 días: De la Rúa, Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde, quien asumió de manera interina el 1 de enero de 2002, en principio para terminar el mandato presidencial hasta diciembre de 2003.
Estos últimos 37 años representan su periodo más largo de democracia. Pero pervive la costumbre de comparar al gobernante de turno con una dictadura y de desearle una pronta partida “en helicóptero”. Cecilia González, periodista y escritora