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Argentina necesita una política exterior soberana

Por Nicolás Canosa*

Argentina se debate en este año electoral entre dos proyectos de país con modelos contrapuestos en la formulación de la política exterior. El gobierno de Mauricio Macri ejerce una política exterior subordinada disfrazada de “inserción inteligente en el mundo”. Esta subordinación se evidencia en el pacto con el Fondo Monetario Internacional que influencia en las decisiones político-económicas, como por ejemplo respecto al diseño del presupuesto nacional. Asimismo, con el reciente Acuerdo con la Unión Europea, negociado con secretismo, opacidad y sin contemplar las asimetría entre los bloques ni el impacto que producirá en el entramado productivo, empresas, trabajadores y economías regionales. OCIPEx ha realizado una traducción y análisis del documento “sumario” publicado el 1 de julio por la Unión Europea, donde se destacan los logros alcanzados por este bloque en múltiples ámbitos, peligrando en efecto la industria, el trabajo y las empresas de nuestro país. (1) En síntesis, con la administración de Macri, se ha utilizado el frente externo para anclar las reformas estructurales que se buscaron implantar a nivel nacional.

El candidato a presidente por el Frente Todos, Alberto Fernández, manifestó que el problema no es la Unión Europea, sino los términos y riesgos para el país por los contenidos de la negociación del Pre Acuerdo. Esta afirmación es útil para desmitificar el argumento que esgrime Cambiemos acerca de que la fórmula Fernández-Fernández representa un modelo que busca “aislarse del mundo”. Por el contrario, proponemos relacionarnos con todos los países desde la base del respeto mutuo, considerando las asimetrías, apuntando a la cooperación ganar-ganar entre las partes y siempre partiendo de la defensa de los intereses nacionales y el resguardo de la soberanía del país. Es decir, no es una política de aislamiento, sino una política exterior soberana.

Por otra parte, el mito sobre el supuesto “aislamiento del mundo” que sufrió el país durante 2003-2015 es fácilmente rebatible si recordamos que, en el marco de la votación propuesta en 2015 por Argentina en la Organización de Naciones Unidas por la reestructuración de deuda soberana, nos han apoyado 136 países. De la misma manera, el masivo acompañamiento internacional respecto a la Causa por la soberanía de nuestras Islas Malvinas. En este sentido, cabe destacar que recientemente la comisión de Integración Regional y Asuntos Internacionales del Instituto Patria compiló discursos de Cristina Fernández de Kirchner y se publicó como libro con el título “una política exterior soberana” (Ed. Colihue), en el cual es visible la activa política exterior y el modelo de inserción internacional que se ha llevado adelante durante aquellos años.

Para quien asuma el gobierno del Estado el 10 de diciembre de 2019 se encontrará en un mundo muy distinto al de 4 años atrás, lo cual analizaremos a continuación. Sumado a ello, el enorme endeudamiento externo que contrajo el macrismo será una carga para cualquier fuerza política, más aún porque una suma considerable es con el FMI. También deberá afrontar una crisis económica interna que es severa.

  • AMENAZAS, DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES ANTE LA CRISIS GEOPOLÍTICA MUNDIAL

La confrontación que organiza a las restantes, es decir, el “centro de gravedad” de la geopolítica mundial, es la disputa entre Estados Unidos y la República Popular China. La misma se concentra en la tensión por quien lleva la delantera en el campo de la innovación científico-tecnológica. La “guerra comercial”, en la cual se imponen aranceles a las importaciones de diferentes productos en cada país, es consecuencia de lo afirmado, y no al revés. Esto supone que la tensión perdurará y será clave para comprender los acontecimientos geopolíticos de las próximas décadas, así como para encontrar los puntos de apalancamiento desde los cuales diseñar estrategias nacionales y regionales para desarrollar una política exterior soberana desde el gobierno del Estado.

En términos internacionales, estamos presenciando una modificación en la balanza de poder, una disputa por el liderazgo geopolítico en las distintas regiones del mundo y un desplazamiento gradual hacia una mayor influencia de la región euroasiática (la propuesta global de China con la Nueva Ruta de la Seda es una muestra incontrastable de lo afirmado). Esto abre oportunidades, desafíos y amenazas para la región latinoamericana. Los desafíos y oportunidades de esta crisis mundial y disputa entre bloques serán solo aprovechables si partimos de una política exterior soberana, con una planificación estratégica y minuciosa respecto a las dos principales potencias emergentes, China y la Federación Rusa, con las cuales habría que retomar y profundizar las alianzas estratégicas integrales. También, hacia los países emergentes, por ejemplo, India, Indonesia, Vietnam, entre otros. Por supuesto, sin olvidar que la unidad continental es vital.

En relación a EEUU la amenaza consiste en su explícita búsqueda de asegurar la región como su zona de dominio fundamental en el marco de un repliegue de su poderío global, lo cual es visible en el documento de la “Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración Trump” (2017) como en las declaraciones de funcionarios de alto rango. En relación a China y otros países emergentes, la amenaza radica en no tener una planificación estratégica desde nuestro país y en lo posible articulada de manera regional, con cuadros políticos y técnicos capacitados y con conocimiento de los puntos de complementación que pueden beneficiar a las partes.

Si bien fueron enormes e inéditos los avances en la unidad e integración soberana ocurrida durante los primeros quince años del Siglo XXI, en caso de que se produzca una nueva oleada de gobiernos nacional-populares, creemos que será necesario diseñar, aplicar y dedicar políticas para solidificar los procesos de integración, siempre considerando la densidad nacional y la densidad regional existente que posibilita el avance y profundización de los proyectos y planes trazados. Es decir, siendo conscientes que la política, la determinación de los actores en juego, las voluntades y las correlaciones de fuerza, la cohesión política de la administración gubernamental y la conciencia nacional y regional de quienes llevan adelante estos procesos en las instituciones, junto al protagonismo popular, se conjugan como las condiciones que pueden separarnos del punto de partida y acercarnos al ideal propuesto: el ideal de un continente unido, justo, libre y soberano, para lo cual la integración regional —de manera multidimensional, pero fundamentalmente en el plano económico-productivo, industrial, científico y tecnológico— es indispensable.

  • ARGENTINA: BASES PARA UNA POLÍTICA EXTERIOR SOBERANA

Para culminar, reflexionaremos sobre las debilidades y fortalezas, mediante una caracterización de la Argentina, en función de pensar su proyección regional y mundial. Somos el octavo país en extensión territorial, pero con una baja densidad poblacional. Somos un país bicontinental, con una importante plataforma marítima y el sector antártico que es la principal reserva de agua dulce congelada del mundo. Somos parte de un continente vastísimo en recursos naturales, en producción de alimentos y materias primas. No obstante, nuestras políticas de defensa y seguridad no tienen un rumbo claro ni una planificación de acuerdo a estas realidades. Somos un país que, en términos científico-tecnológicos, logró producir satélites —solo diez países están en las mismas condiciones— y que tiene un importante desarrollo en biotecnología, software y en materia de energía nuclear, al punto de tener capacidad exportadora de reactores nucleares. Somos un Estado que cuenta con educación pública y gratuita en todos los niveles, lo cual no es para nada usual en un mundo que mercantiliza el derecho a la educación. Del mismo modo con la salud pública. Nuestra infraestructura ferroviaria y las conexiones internas distan de ser las mejores, perjudicando el comercio interno y exterior, la capacidad logística, el desarrollo de las economías regionales, el desenvolvimiento del turismo y del entramado productivo en general. Y a la vez, somos un país que transita una tensión entre dos proyectos antagónicos en todos los ámbitos, lo cual es una debilidad, por la no continuidad de las políticas de Estado.

Hemos afirmado también que la integración regional soberana es un camino imprescindible para alcanzar nuestros objetivos. Argentina es la tercera economía a nivel regional, luego de Brasil y México. En el ámbito de América del Sur, por lo tanto, posee condiciones objetivas para asumir un liderazgo genuino en el sector hispanoparlante, trazando una relación con López Obrador que puede ser clave para la búsqueda de la paz y estabilidad de nuestra región. El presidente de México, como Alberto Fernández en caso de ratificarse (o ampliarse) el resultado de las PASO, refutan aquello que mediáticamente se había instalado desde el triunfo de Macri: “el fin de ciclo de los gobiernos nacional-populares”. Más aún, observando la actual política exterior de Brasil con Bolsonaro, que se desentiende de su misión continental y se configura como un aliado estratégico de Estados Unidos. No obstante, será necesario trabajar con mucha inteligencia en agendas concretas con todos los países de la región, indistintamente de su signo ideológico, y más aun con Brasil, que es nuestro principal socio comercial.

En el plano internacional, Argentina puede y debe insistir en sus reclamos por la soberanía en nuestras Islas Malvinas, que además de ser una causa de la Patria Grande, es una causa mundial contra el colonialismo. En los organismos multilaterales, volver a plantear la necesidad de regulaciones de deuda y en coordinar esfuerzos para regular el sistema financiero: sencillamente, que la economía esté al servicio de los hombres y mujeres y no viceversa, como también demanda Francisco, que organizará un encuentro por una Nueva Economía en 2020 en Asís.

Teniendo en cuenta la compleja situación regional y de Brasil en particular, cuya relación con nuestro país es el “núcleo básico de la aglutinación” del continente según Perón, cobra mucho más trascendencia la relación con los países euroasiáticos, principalmente con la República Popular China y la Federación Rusa, como también India, Indonesia y Vietnam, ante lo cual es imprescindible trabajar los ejes de complementación y cooperación para que efectivamente la relación sea “ganar-ganar” para las partes. En este sentido, colaborar e incidir en la construcción de un mundo multipolar y la puesta en marcha de nuevas reglas de juego en el escenario internacional.

En síntesis, lo que es indispensable es el desenvolvimiento de una política exterior soberana, lo cual requiere: visión estratégica a mediano y largo plazo; análisis minucioso de los factores relevantes y dinámicos de la geopolítica mundial y regional; reconocimiento de las relaciones de fuerzas y capacidad para administrar el conjunto de las presiones que ejercen otros actores en contra de una/s política/s en marcha, con coherencia y determinación respecto al proyecto de justicia social que se busca construir desde el gobierno del Estado; coraje y audacia para la plena defensa del interés nacional, nuestra dignidad y soberanía; amor a la Patria y al pueblo.

*Lic. en sociología (UBA). Integrante de la comisión de Integración regional y asuntos internacionales del Instituto Patria. Investigador del Observatorio de Coyuntura Internacional y Política Exterior (OCIPEx).

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