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A 75 años de que Estados Unidos lanzara dos bombas atómicas sobre Japón

El recuerdo de aquel infierno constituye una advertencia imborrable sobre el peligro que enfrenta la humanidad cuando utiliza la energía nuclear con fines no pacíficos.


A 75 años de que Estados Unidos lanzara dos bombas atómicas sobre Japón, el 6 y el 9 de agosto de 1945, respectivamente, el recuerdo de aquel infierno constituye una advertencia imborrable sobre el peligro que enfrenta la humanidad cuando utiliza la energía nuclear con fines no pacíficos.

El primero de esos artefactos, nacidos tras las investigaciones llevadas a cabo en el laboratorio estadounidense de los Álamos, en Nuevo México, bajo la dirección del ciéntifico Julius Robert Oppenheimer, se lanzó el 6 de agosto sobre la ciudad japonesa de Hiroshima.

Era la respuesta de una carta enviada por el físico alemán Albert Einstein al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, que sentó las bases de la energía atómica.

Tras la llegada al poder de los nazis, liderados por Adolf Hitler, Einsten abandonó Alemania en 1933 y se instaló en Estados Unidos. En aquellos años se había desatado una carrera por construir la primera bomba nuclear.

Después de que el explosivo fuera lanzado por el bombardero B-29, llamado “Enola Gay”, murieron 140.000 personas de un total de 350.000 que vivían en esa ciudad del oeste de Japón, mientras decenas de miles sufrieron por años los efectos de la radiación.

En cuestión de segundos, la mayoría de las construcciones se convirtieron en simples escombros.

Se cree que alrededor de 80.000 personas murieron como resultado directo de la explosión, mientras otras 35.000 resultaron heridas.

Según la cadena BBC, un total de ocho edificios de aquel entonces, deteriorados por la bomba atómica, quedan aún en pie como testimonio del horror nuclear, tras soportar una temperatura de 7.000 grados centígrados.

De acuerdo con testimonios recogidos por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), lo primero que vio la gente al caer las bombas fue una “intensa bola de fuego”.

“Creo que sobrevivir da más miedo que si te quemás y vivís al día siguiente. Porque después no queda nada y tenés que luchar por vivir y seguir adelante”, dijo Mitsuko Heidtke a la cadena alemana de televisión Deutsche Welle en 2017.

Heidtke tenía 10 años. Viajaba en un tren camino a la escuela. Pero su familia estaba en Hiroshima. Al regresar vio cosas terribles.

“Muy pronto vimos gente saliendo de Hiroshima: todos quemados y con la piel saliéndosele de los brazos. No sabíamos si eran hombres o mujeres. ´Queremos agua´, gritaban enloquecidos. Pero no teníamos agua”, señaló.

Su madre desapareció y su padre murió más tarde de cáncer.

Tres días después de Hiroshima, el 9 de agosto de 1945, el Gobierno del presidente estadounidense Harry S. Truman ordenó arrojar una segunda bomba atómica sobre Nagasaki, en la costa sudoeste de Japón, matando a por lo menos 50.000 personas.

La bomba que cayó sobre Hiroshima, llamada “Little Boy” (niño pequeño), fue construida con uranio y detonó con una potencia de alrededor de 15 kilotones de TNT.

En cambio, el artefacto “Fat Man” (Hombre gordo”), que fue arrojado sobre Nagasaki, tenía una energía de aproximadamente 20 kilotones de TNT.

Si bien existe polémica sobre si era necesario lanzar estas dos bombas atómicas, la versión oficial del Gobierno de Truman señaló que los ataques fueron decisivos para lograr la rendición de Japón.

Se creía que una invasión convencional a ese país podría causar la muerte de un millón de personas.

Finalmente, el 14 de agosto de 1945, Japón firmó el Acta de Rendición que le pedía Estados Unidos, marcando el final de una guerra de seis años, iniciada por la Alemania nazi con la invasión de Polonia.

El 25 de mayo de 2016, el expresidente Barack Obama se convirtió en el primer mandatario estadounidense que visitó Japón, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Con convicción, deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común

Obama, quien asistió a la Cumbre del G7, visitó también la ciudad de Hiroshima. Sin embargo, no incluyó a Nagasaki en el itinerario, lo que provocó el disgusto de los familiares de las víctimas.

“Vinimos a reflexionar sobre la terrible fuerza desatada en un pasado no muy lejano. Venimos a llorar a los muertos […]. Sus almas nos hablan”, dijo Obama.

El exmandatario también señaló: “Encontremos, juntos, el coraje para esparcir la paz y buscar un mundo sin armas nucleares”.

El 24 de noviembre de 2019, el papa Francisco visitó el Memorial de la Paz en Hiroshima y escuchó los testimonios de familiares de las víctimas sobre las “escenas del infierno”.

“Con convicción, deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común”, dijo el Papa.

Hoy, Hiroshima, reconstruida a partir de 1950, se ha transformado en la ciudad industrial más grande de la región del oeste de Japón, con un Parque de la Paz que está dedicado a quienes murieron a causa de las bombas.

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