A más de 200 años de su muerte, muchas de las ideas del prócer siguen echando luz sobre una visión política poco conocida de los dirigentes de la Revolución de Mayo. Sus memorias consulares, donde promueve la educación de la población indígena, la Expedición al Paraguay para sumar adhesiones y la propuesta de un Rey Inca, las iniciativas poco recordadas del creador de la Bandera.
Marianela Ríos (Agencia CTyS-UNLaM) – El relato de la vida de Manuel Belgrano está hecho de hazañas. Desde el Éxodo Jujeño en el norte hasta izar la Bandera en las costas del Paraná, sus proezas forman parte de cualquier libro o acto escolar. Sin embargo, su visión sobre la política y economía de la época colonial resultó ser más destacada que su gestión militar, aunque mucho de eso no forme parte del imaginario popular de uno de los próceres más queridos.
Belgrano se ocupó de dejar plasmadas muchas de sus ideas en diarios de viaje, artículos periodísticos y cartas. La integración indígena fue una de las menos exploradas. Por ejemplo, en sus Memorias Consulares de 1796, promueve la creación de dos escuelas: una de Comercio y otra de Práctica de Agricultores, que beneficiarían especialmente a campesinos e indios.
Es que, para esa época, los llamados “naturales” eran, básicamente, mano de obra. “Ese término impuesto por los españoles implicaba una operación de homogeneización de una gran variedad de poblaciones étnicas bajo una sola categoría jurídico-social, que supone la subordinación a los hispano-criollos, pero con ciertos derechos, a diferencia de los esclavos”, explica Bárbara Caletti, investigadora del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, a la Agencia CTyS-UNLaM.
Entonces, ¿Belgrano tenía una visión diferente a la que primaba en esos años? Para Caletti, si bien el mundo colonial partía de la premisa de subordinación de los pueblos originarios, había varias miradas. “La de Belgrano se entroncaba en la tradición ilustrada. Los borbones ya venían con esas ideas de la razón y él leía mucho sobre estas cuestiones. Dentro de los líderes revolucionarios, Belgrano es uno de los que más va a llevarlas adelante”, argumenta.
En ese sentido, sostiene la historiadora, es que pueden leerse sus escritos, donde propone la creación de las escuelas, de un periódico y de la integración de los indígenas para fomentar el comercio y el progreso económico. Por eso, va a fomentar que aprendan el español o que se permita la residencia de españoles y castas en los espacios indígenas. “Hay que aclarar que esto se lo piensa desde el lugar de lo civilizado, no es precisamente una mirada multicultural la que se tiene”, agrega.
Revolución de Mayo: se buscan adherentes
Tras la gesta de mayo de 1810, esas ideas ilustradas van a tomar cuerpo y la Expedición al Paraguay de Belgrano hacia fines de ese mismo año va ser significativa. El principal objetivo de la campaña era conseguir el reconocimiento de la Junta de Buenos Aires por parte del Paraguay, donde se había jurado fidelidad al Consejo de Regencia. Pero no se trató de una expedición solamente militar, sino también política.
“La Junta Revolucionaria está necesitando concitar el apoyo de las poblaciones indígenas y, en ese marco, manda a Belgrano, quien hace algunos intentos con los pueblos guaraníes. Muestra de ello es el Reglamento Político y Administrativo y Reforma de los 30 Pueblos de las Misiones, que escribe en las playas de Tacuarí en diciembre de 1810. Es el texto más importante que nos permite apreciar cómo procuró conseguir adhesiones en su marcha hacia el Paraguay”, señala la investigadora.
El escrito fue traducido al guaraní para facilitar su difusión, pero su peculiaridad reside en que estaba explícitamente destinado a la población indígena que aún vivía en las misiones fundadas y administradas hasta 1768 por los jesuitas. En sus artículos sentaba posición sobre los derechos de los “Naturales de Misiones”. En el primero sostenía que eran libres para gozar de sus propiedades; se los liberaba del pago de impuestos y los habilitaban a tener empleos civiles, militares y eclesiásticos, entre otros puntos.
“También reconoce que los pueblos indígenas tienen derecho a un diputado que los represente en un futuro Congreso Nacional, que va a ser la Asamblea del Año 13. Hay invitación a participar políticamente porque la Junta, en la medida en que ya no tiene reconocimiento ni aval de un rey, necesita más apoyos, se vuelve más dependiente incluso para que formen parte del ejército”, precisa Caletti.
Estos intentos de Belgrano van a caer con la derrota del Ejército del Norte en marzo de 1811. Sin embargo, para la investigadora, “algunas de esas semillas” van a dar sus frutos más tarde: “En las Misiones Guaraníes que pertenecían a la intendencia de Buenos Aires algo generó porque van a terminar siendo muy aliadas de José Gervasio Artigas y la Liga de los Pueblos Libres, por eso desde la historia argentina ha sido más invisibilizado”.
¿Una monarquía inca?
Para 1816, cuando la ola independentista llegaba su auge, el tema sobre el que giraban las discusiones era la forma de gobierno que adoptaría las Provincias Unidas del Río de La Plata. Una de las palabras que más resonaba era “monarquía”, un claro reflejo de los vientos que corrían en Europa. Pero Belgrano fue más allá y no propuso cualquier monarquía, sino una con liderazgo inca.
Según Caletti, la iniciativa de elegir a un rey inca tiene que ver con dos escenarios: por un lado la fragilidad del gobierno local en un contexto de guerra y turbulencias sociales donde el resto de los movimientos revolucionarios en Hispanoamérica ya habían sido derrotados, y por otro lado, la necesidad de reconocimiento europeo en un clima marcado por la restauración de monarquías absolutistas. Frente al regreso de Fernando VII a la Corona de España, Belgrano proponía una monarquía “atemperada” (constitucional) en cuyo trono estuviera un hermano de Tupac Amaru II.
“Belgrano entiende que hay que adecuarse a los tiempos de corren -y por eso la monarquía- pero la adapta al clima de americanismo antiespañolista e introduce esta variable para ganar apoyo indígena y legitimidad de estas poblaciones, que, consideraba, habían sido de los más subyugados por la Corona y donde el mito del retorno inca tenía fuertes ecos”, sostiene.
La propuesta, si bien contó con el aval de próceres como José de San Martín y Martín Miguel de Güemes, entre otros, fue rechazada por quienes bregaban por mantener la centralidad de Buenos Aires. “Aunque no prosperó es destacable que hubo un reconocimiento a la población indígena. No ocurre lo mismo con la afrodescendiente, que no va a lograr esa valoración a nivel simbólico”, concluyó.