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Gobierno de Biden, crisis de Ucrania y desinformación mediática (II)

Después del golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en Ucrania en 2014, surgió la pregunta de quién tomaría el lugar de Yanukovich.

José R. Oro

Ingeniero cubano residente en EEUU, colaborador de Prensa Latina

Fue escogido por el gobierno norteamericano Arseniy Yatsenyuk, miembro de una formación conocida como “Patria”, de ultra derecha, ultra nacionalista y antirrusa.

Los europeos, especialmente los alemanes, querían una figura más moderada para encabezar Ucrania. Favorecían a Vitaly Klitschko, un boxeador convertido en político con puntos de vista menos salvajes que Yatsenyuk.

Por supuesto, el elegido por Estados Unidos, Yatsenyuk, se convirtió en el primer ministro después del golpe.

La nueva titular de Hacienda en el gobierno golpista fue Natalie Jeresko, nacida en Chicago y, de paso, el hijo de Joe Biden, Hunter, obtuvo un “puestecito” en la Junta directiva de la mayor empresa de gas natural en Ucrania con 50 mil dólares mensuales, unas 200 veces el salario promedio de un trabajador en ese país.

Así las cosas, el gobierno minoritario respaldado por Washington se autoproclamó líder de la nación.

Fue el entonces vicepresidente Biden, a cargo de los temas de Ucrania en ese momento, quien daría la última “bendición” a los líderes del golpe, que había sido preparado previamente con inversiones de cinco mil millones de dólares y con el apoyo a cientos de ONG que tenían como objetivo mover esa nación hacia la órbita del neonazismo y antirrusismo.

Las milicias fascistas del ejército ucraniano

El gobierno golpista aprobó instantáneamente una serie de leyes que se centraron en repudiar los acuerdos firmados por el gobierno de Yanukovich con Rusia para préstamos de rescate en condiciones mucho más favorables que las ofrecidas antes por la Unión Europea.

Prohibieron formalmente el idioma ruso como uno de los dos idiomas oficiales reconocidos durante siglos, y también fue vetado en la instrucción en el sistema escolar público.

Las milicias dirigidas por fascistas, la Brigada Azov del ejército ucraniano, emplearon abiertamente símbolos como esvásticas y usaron saludos nazis.

Organizadas por las agrupaciones pronazis Svoboda y Right Sector, fueron asignadas por el gobierno golpista para marchar sobre el este de Ucrania y desafiar a la mayoría rusa en esas regiones.

El colaborador de los nazis de la Segunda Guerra Mundial, asesino de judíos, prisioneros y combatientes polacos y soviéticos, Stepan Bandera, ha sido rehabilitado y designado «héroe de Ucrania».

En Odessa, 48 opositores al golpe, de habla rusa, fueron asesinados por matones fascistas. Habían buscado refugio en la Casa de los Sindicatos, que fue incendiada. Muchos de los ocupantes se vieron obligados a saltar del edificio en llamas.

Los sobrevivientes fueron asesinados por las turbas fascistas mientras la policía observaba y finalmente arrestó a algunas víctimas que aún vivían. Al día siguiente, 30 mil habitantes de Odessa se movilizaron para liberarlos.

Las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk

Frente a las amenazas abiertas del gobierno golpista, no es de extrañar que las asediadas provincias de mayoritaria habla rusa de Lugansk y Donetsk (el Donbass, o “cuenca del río Don”) en la frontera con Rusia, declararan su independencia del régimen golpista de Kiev, y se autoproclamaran República Popular de Donetsk (DPR) y República Popular de Lugansk (LPR).

Ante el avance militar de las huestes del golpismo hacia el este y el sur, las fuerzas rusas entraron en Crimea y fortificaron su principal puerto en Sebastopol, que siempre había estado, por acuerdo, bajo control ruso desde la independencia de Ucrania en 1991. Poco después, fue organizado un referéndum sobre si Crimea se unía a Rusia, adhesión aprobada abrumadoramente.

El resultado oficial de la República Autónoma de Crimea fue un 97 por ciento de votos a favor de integrarse a la Federación Rusa, con una participación electoral del 83 por ciento. Cifras más o menos, no cupo dudas de la legitimidad del voto.

No obstante las órdenes dadas a los soldados del gobierno golpista liderado por los fascistas en el este de Ucrania y Crimea de atacar a las fuerzas rusas, prácticamente todas las fuerzas militares de Ucrania en Crimea se rindieron. Apenas se disparó un tiro.

Los Protocolos de Minsk

Desde entonces, durante los últimos ocho años, prevaleció un estado de guerra casi permanente en la región de Donbass, con el gobierno de Estados Unidos respaldando los implacables ataques del ejército ucraniano.

Los Protocolos de Minsk, firmados el 5 de septiembre de 2014 y el 12 de febrero de 2015, luego de las negociaciones entre el gobierno golpista de Ucrania, Rusia, Alemania y Francia, supuestamente tenían como objetivo detener el derramamiento de sangre a través de un alto el fuego, la retirada de las armas pesadas del frente, la liberación de los prisioneros de guerra y una reforma constitucional ucraniana que otorgara el autogobierno a ciertas áreas de Donbass.

En la práctica, ninguno de estos tratados se implementó, ya que las incesantes incursiones del ejército ucraniano en esa región tenían como objetivo la subyugación y la conquista, en lugar de buscar una solución negociada. Se violaron repetidamente unos 100 acuerdos de «cese del fuego». Unas 14.000 personas en el Donbass han perdido la vida en los combates.

El gobierno ucraniano se negó a implementar las elecciones proyectadas por Minsk en Lugansk y Donetsk. Respaldada por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, la esencia de los acuerdos de Minsk era preservar la integridad territorial de Ucrania a través de un proceso de federalización que devolvería las repúblicas separatistas a cambio de su autonomía local.

Este último implicaba que los recursos de un Donbass federado, especialmente las vastas reservas de carbón y el acceso a los oleoductos, estarían bajo el control de los gobiernos locales/regionales, una proposición que el imperialismo estadounidense y sus hijastros locales nunca aceptaron.

Tras las elecciones posteriores al golpe de Estado, en las que el Partido de las Regiones de Yanukovich y el Partido Comunista de Ucrania, las dos fuerzas políticas más importantes del país, quedaron en gran medida excluidas o marginadas, el gobierno del nuevo presidente, el exactor/comediante Vladimir Zelensky, presionó incesantemente para establecer el control total del Donbass.

Su ejecutivo había acumulado enormes fuerzas militares en esa región, en preparación para un ataque final contra las poblaciones de habla rusa y prorrusas. En ese momento, las dos repúblicas independientes solicitaron y recibieron ayuda de Moscú.

Cualquier evaluación seria de los orígenes de la actual crisis de Ucrania nos informa que, una vez más, el imperialismo norteamericano se ve obligado por su propia naturaleza a emprender la guerra por todos los medios para promover los intereses de la élite corporativa que esencialmente gobierna a Estados Unidos.

La máxima histórica de Von Clausewitz, «la guerra es la continuación de la política por otros medios», es más válida hoy que nunca, lamentablemente.

Todas las guerras, golpes de Estado, sanciones y terror institucional estadounidenses presentes y pasados contra las naciones pobres y oprimidas, a menos que no sean cuestionados y enfrentados decididamente, dan como resultado que la élite corporativa (Complejo Militar Industrial et al) se quede con el “botín”, es decir, la riqueza de sus víctimas.

Consideraciones finales

Si nos cegáramos ante la realidad de lo ocurrido en Ucrania desde el golpe fascista instigado por Estados Unidos en 2014 y pusiéramos un signo igual entre el imperialismo estadounidense y Rusia, estaríamos gravemente equivocados.

Caeríamos en la proposición de que quien disparó el primer tiro debe ser categóricamente condenado, en lugar de evaluar quién y qué causaron ese disparo en primer lugar.

Del mismo modo, definir a Estados Unidos, China y Rusia como países imperialistas y concluir que deben ser condenados por igual en todos los asuntos, es puro y vulgar sofisma, creado y alimentado por los medios “canallas” y sus jefes del Complejo Militar Industrial.

Que el imperialismo estadounidense planeó y orquestó un golpe dirigido por los fascistas con el objetivo de aniquilar a la minoría de habla rusa, 30 por ciento de la población, y que Washington busca orquestar la afiliación de Ucrania a la OTAN, repleta de armas nucleares a las puertas de Rusia, no puede eliminarse de ninguna ecuación de evaluación seria.

Que los cárteles petroleros norteamericanos estén preparados para robar el combustible fósil de Ucrania y otros recursos vitales para su bienestar, y que Estados Unidos busque apoderarse de los oleoductos de ese país para impulsar las ganancias corporativas también debe tenerse en cuenta en cualquier análisis de la crisis que tenemos ante nosotros.

Las personas honestas no podemos dejarnos engañar. No podemos ser neutrales en estos asuntos.

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