Durante las movilizaciones realizadas el día 26 de junio de 2002 se producirían los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. A 21 años de los hechos conocidos como “Masacre de Avellaneda”.
Militantes sociales y políticos, familiares y amigos de los dirigentes asesinados por efectivos de la Policía Bonaerense hace 21 años en el hall de la exestación Avellaneda se darán cita este lunes.
Militantes sociales y políticos, familiares y amigos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, los dirigentes asesinados por efectivos de la Policía Bonaerense hace 21 años en el hall de la exestación Avellaneda harán este lunes una «jornada cultural, vigilia y movilización» al pie del Puente Pueyrredón, en el marco de la continuidad del reclamo de justicia para los «responsables políticos» de la denominada «Masacre de Avellaneda».

26 de junio de 2002
Las organizaciones piqueteras habían convocado a una jornada de lucha con cortes en los principales accesos de la Capital Federal.
Los medios de comunicación incitaban descaradamente a que se respondiera los reclamos con las balas para restaurar el “estado de derecho”. El aparato de estado se alineaba claramente en ese sentido luego de la asunción de Duhalde como presidente interino. Querían aplastar al sector más combativo del movimiento piquetero luego de haber acordado una “tregua” con las organizaciones mayoritarias, siempre dispuestas a los acuerdos con la clase dominante, la CCC y la CTA. En los primeros días de junio el ministro de Defensa, el radical Jaunarena, junto con el jefe del Ejército propusieron cambiar las leyes para que las fuerzas armadas puedan intervenir en el conflicto social. El 17 de junio Duhalde decía «Los intentos de aislar la capital no pueden pasar más». El martes 25 el jefe de gabinete Atanasof declaró que «utilizaremos todos los mecanismos posibles para hacer cumplir la ley, para evitar que la capital quede aislada».

El relato oficial, repetido hasta el hartazgo, fue que se había tratado de un “enfrentamiento entre piqueteros”. Ese mito fue repetido hasta por “dirigentes sociales” como el repugnante D’Elía.
En la zona del Puente Pueyrredón había varios helicópteros sobrevolando el lugar, fuerzas policiales y de la prefectura apostados sobre un puente que le da una visibilidad de kilómetros, del otro lado una columna de por lo menos de mil personas desplazándose cuadras y cuadras por la avenida que desemboca a espaldas de los policías apostados en la subida del puente, y enfrentados a otra columna de miles. Evidentemente, estos escasos policías comandados por Franchiotti, el asesino, eran un señuelo para justificar la cacería. Los infiltrados policiales que causaron destrozos e incendiaban colectivos con molotov disfrazados de desocupados eran parte de la puesta en escena.
Los resultados son por todos conocidos: dos muertos, cientos de compañeros heridos, 20 con heridas de bala de plomo, cerca de doscientos detenidos, persecuciones hasta a 2 kilómetros de los hechos, el allanamiento a un local del Partido Comunista. Ningún policía herido y el agente policial Leiva fue identificado como provocador incendiario.
Ese día pasaron a la historia de la lucha de los trabajadores y sectores populares los nombres de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. El primero había sido herido de muerte por la primera oleada de balas de plomo con la que la policía recibió al piquete. Mientras la mayoría de los movilizados se dispersaba frente a la represión, Darío se quedó al lado de Maxi para asistirlo, para no dejarlo solo. Allí, fue rodeado por un grupo de policías y baleado a sangre fría.
A los medios «independientes» les tocaba dar crédito a la versión gubernamental–policial. Durante todo el miércoles y el jueves siguientes la patronal de la información pública mintió, y fue parte de la campaña política del gobierno, fiel a sus intereses de clase. «La crisis causó 2 nuevas muertes», titulaba Clarín el 27; «No se sabe aún quiénes dispararon contra los piqueteros», afirmaba con letras más chicas en la misma tapa. La Nación fue un poco más allá y en un primer título de tapa ni siquiera aclara de qué lado fueron los caídos. «Dos muertos al enfrentarse piqueteros con la policía». Más abajo empieza a dejar clara su opinión: «Grupos de izquierda destrozaron negocios y quemaron autos y colectivos». Y en otra nota en la misma tapa, le da crédito al gobierno: «El gobierno asegura que fueron infiltrados. Bajo sospecha dos grupos piqueteros». Aníbal Fernández justificó la masacre diciendo que el “plan de lucha” de los movimientos piqueteros era un “cronograma de hostilidades”. A pesar de que los trabajadores de los medios que cubrieron los hechos llegaban a sus lugares de trabajo con la evidencia en sus ojos, en sus cámaras y en su piel, los dueños de la información guardaron bajo llaves durante 36 horas las evidencias de los asesinatos, hasta que la suerte del zarpazo represivo estuvo echada.

EN ESTE PRESENTE HOMENAJEAR A MAXI Y DARÍO ES IMPRESCINDIBLE PARA TENSAR LAS REBELDÍAS
Este lunes 26 de junio se cumplirán 21 años del fusilamiento de los militantes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki a manos a de la policía bonaerense, en la estación de Avellaneda. Como todos los años familiares de las víctimas y las organizaciones sociales convocan a una jornada en el Puente Pueyrredón para reafirmar la memoria y exigir justicia. Las actividades comenzaron este domingo a partir de las 12hs. «Convocamos como cada Junio a encender la rebeldía en nuestra EsCultura Popular. Mientras los sectores del poder siguen garantizando la impunidad de los responsables políticos, desde abajo construimos la Justicia Popular, dedicando nuestras vidas a la lucha por cambiarlo todo, tal como soñaban Kosteki y Santillán».
Fuente: Resumen Latinoamericano
