Se cumplen cinco décadas de la muerte del histórico dirigente sindical Agustín Tosco, símbolo del sindicalismo combativo y de la lucha por la liberación nacional. Recordado por su papel en el Cordobazo y su defensa inclaudicable de la clase trabajadora, su figura aún inspira resistencia y coherencia política.
El 5 de noviembre de 1975, fallecía en la clandestinidad Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba y uno de los mayores referentes del sindicalismo clasista argentino. Perseguido por la dictadura y enfermo, murió con apenas 45 años, lejos de los hospitales por temor a ser detenido. Medio siglo después, su ejemplo de coherencia, dignidad y compromiso político continúa siendo faro para las generaciones que resisten la injusticia.
Apodado “el Gringo”, Tosco encarnó un modelo de militancia obrera profundamente ética, enfrentado a las burocracias sindicales y a los pactos con el poder. Fue uno de los principales organizadores del Cordobazo de 1969, hecho que cambió la historia política argentina y abrió un nuevo ciclo de luchas populares contra las dictaduras cívico-militares.
Un dirigente del pueblo, no del poder
En tiempos en que los sindicatos eran perseguidos y la represión intentaba imponer un modelo excluyente, Tosco defendió la democracia sindical y la independencia política de los trabajadores. Su voz denunciaba con igual firmeza a los militares y a los dirigentes que negociaban con ellos.
“La lucha sindical no puede separarse de la lucha política por la liberación nacional”, decía. Y así lo vivió: desde las fábricas, desde la cárcel y desde la clandestinidad. Para él, el sindicalismo debía ser un instrumento del pueblo y no una herramienta de conciliación con las patronales.
Memoria de una despedida bajo represión
En esta fecha, se recuerda también el funeral de Agustín Tosco, relatado en una conmovedora entrevista a su compañera Susana Funes, publicada originalmente por la Agencia Walsh.
La crónica describe cómo miles de trabajadores desafiaron la lluvia y el miedo para despedirlo en Córdoba, pese al operativo represivo. La multitud avanzó entre cánticos, flores y helicópteros que sobrevolaban con intimidación.
Cuando la violencia policial intentó dispersar la marcha, un obrero de Luz y Fuerza gritó con fuerza: “Todos somos Tosco. El Gringo vive.” Ese eco recorrió las calles y quedó grabado en la memoria popular como un símbolo de dignidad colectiva.
Un legado vigente
Tosco no solo representó la lucha contra la dictadura, sino también la resistencia al neoliberalismo y a todas las formas de subordinación nacional. Su pensamiento se mantiene vivo en cada reclamo por trabajo digno, soberanía y justicia social.
El testimonio final del cuidador del cementerio donde reposan sus restos resume su huella imborrable:
“Había una huelga general y me vi cerca de Tosco. Me puse detrás de él y le cuidé la espalda. En esa media hora me olvidé de la muerte. Era un gigante. A mi hijo le puse Agustín.”
A 50 años de su partida, el Gringo Tosco sigue presente. Su ejemplo recuerda que la militancia obrera, cuando nace del amor al pueblo, no muere nunca.
