Belém, en el corazón de la Amazonia brasileña, será sede de la COP30 en noviembre de 2025. Su historia indígena y su presente sostenible la convierten en un símbolo del turismo responsable que América Latina busca proyectar al mundo.
Antes de ser conocida como Belém, la ciudad amazónica fue Mairi, territorio ancestral del pueblo tupinambá, uno de los guardianes de los saberes ambientales más antiguos del continente.
Esa conexión entre pasado y naturaleza es hoy la esencia del turismo sostenible en América Latina, que la COP30 buscará potenciar del 10 al 21 de noviembre de 2025.
Según el historiador Michel Pinho, del Museo Emílio Goeldi, esta región amazónica ha estado densamente habitada durante más de 11.000 años, con comunidades que desarrollaron prácticas de pesca, cerámica y agricultura en armonía con el entorno.
“Los tupinambás ya aplicaban una gestión sabia de los recursos naturales mucho antes de que existiera el concepto de sostenibilidad”, sostiene.
En su cosmovisión, Maíra representaba el origen del mundo y la relación espiritual con cultivos como la mandioca y el açaí, dos productos que aún definen la identidad amazónica y alimentan la economía local.
De Mairi a Belém: raíces que perduran
La historia de Belém también está marcada por la colonización. En 1616, el capitán portugués Francisco Caldeira Castelo Branco fundó la ciudad tras disputas con franceses y erigió el Forte do Presépio para proteger la región de invasiones europeas.
Así nació Nossa Senhora de Belém do Grão Pará, un enclave estratégico en la desembocadura del río Guamá.
A pesar de los conflictos, la herencia tupinambá sobrevivió. “El pasado está presente en nuestra vida diaria: en el cultivo del açaí, la pesca artesanal y el manejo forestal”, afirma Pinho.
El idioma tupi, además, sigue vivo en expresiones cotidianas y nombres de calles, como carapanã (mosquito) o cupuaçu, fruta emblemática de la Amazonia.
En Belém, cada rincón cuenta una historia que une cultura, biodiversidad y resistencia.
Turismo sostenible y acción climática
La COP30 colocará nuevamente al turismo en el centro de la agenda global. En esta edición, Brasil busca destacar el papel del sector en la acción climática y la economía regenerativa, especialmente en los países latinoamericanos con grandes reservas naturales y comunidades locales comprometidas con la conservación.
Durante la conferencia, las Jornadas Temáticas de Turismo Sostenible explorarán cómo la cooperación regional puede promover destinos más resilientes, reducir las emisiones y fortalecer los vínculos entre turismo y biodiversidad.
“Los pueblos del bosque nos enseñan que la sostenibilidad no es un concepto del futuro, sino una práctica del pasado que debemos recuperar”, reflexiona Pinho.
Una ciudad que se recorre con historia
Durante la COP30, el historiador ofrecerá un recorrido gratuito titulado “Belém en la COP30: pasado, presente y futuro”, que partirá del Forte do Presépio y pasará por lugares emblemáticos como el Mercado Ver-o-Peso, el Convento das Mercês, la Companhia das Docas do Pará y el Museo de las Amazonías.
Cada parada mostrará cómo el turismo cultural y ecológico puede convertirse en un instrumento de educación ambiental y desarrollo comunitario.
Belém, con su mezcla de herencia indígena, arquitectura colonial y paisajes naturales, se prepara para recibir a líderes del mundo con un mensaje claro: el futuro del turismo está en el respeto a la memoria y a la tierra.
América Latina ante el desafío climático
La designación de Belém como sede de la COP30 representa también un reconocimiento a América Latina como actor clave en la transición ecológica global.
Desde la Amazonia hasta los Andes, la región posee una enorme diversidad biológica y cultural que puede transformarse en motor de innovación sostenible.
La integración latinoamericana en torno al turismo responsable es una oportunidad para fortalecer vínculos, compartir experiencias y construir un modelo económico basado en la cooperación, la equidad y la regeneración ambiental.
Belém, con su historia milenaria y su presente vibrante, encarna ese espíritu. En noviembre de 2025, será mucho más que la sede de una conferencia: será el símbolo de un continente que mira hacia el futuro sin olvidar sus raíces.
