El presidente estadounidense Donald Trump ordenó el despliegue del portaviones USS Gerald R. Ford, el más grande y costoso del mundo, hacia el Caribe. El movimiento militar encendió alertas en América Latina, en medio de tensiones con Venezuela y denuncias de agresiones en aguas internacionales.
El gobierno de Donald Trump autorizó el despliegue del Grupo de Ataque del Portaviones USS Gerald R. Ford, el más grande y moderno de la flota estadounidense, hacia las costas del Caribe.
La maniobra, anunciada por el Pentágono, forma parte de las operaciones del Comando Sur y se justifica bajo el argumento de combatir el narcotráfico. Sin embargo, las acciones militares de Estados Unidos en aguas internacionales del Pacífico y el Caribe ya encendieron fuertes alertas diplomáticas en América Latina.
Una “plataforma de combate global”
Según el comunicado oficial, el despliegue busca reforzar la capacidad estadounidense para “detectar y desmantelar actividades ilícitas que comprometan la seguridad nacional”.
No obstante, analistas y gobiernos latinoamericanos advierten que se trata de una operación de proyección militar destinada a reafirmar la presencia de Washington en la región, bajo un discurso de seguridad hemisférica que oculta intereses geopolíticos y energéticos.
El USS Gerald R. Ford (CVN-78), con propulsión nuclear y una tripulación de 4.600 personas, fue construido con un presupuesto superior a 13.000 millones de dólares. Entró en servicio en 2017 para reemplazar progresivamente a los portaviones de la clase Nimitz.
Su tecnología de lanzamiento electromagnético (EMALS) le permite operar aviones más pesados y con mayor autonomía, consolidándolo como la nave de guerra más poderosa de la historia naval estadounidense.
Un gigante armado en el Caribe
El Ford cuenta con una ala aérea integrada por cuatro escuadrones de Super Hornet F/A-18, un escuadrón de EA-18G Growlers, dos unidades de helicópteros de combate, aviones E-2 Hawkeye de alerta temprana y C-2 Greyhound de carga.
Además, el grupo de ataque lo acompañan cinco destructores de misiles guiados, equipados con armamento Tomahawk y SM-6, preparados para neutralizar blancos aéreos, marítimos o submarinos.
El puerto base del Gerald R. Ford se encuentra en Norfolk, Virginia, donde opera la mayor concentración de buques de guerra de la Armada de EE.UU. En los últimos años, el portaviones participó en ejercicios con la OTAN y en operaciones en el Mediterráneo oriental durante la guerra en Gaza.
Agresión y tensiones en América Latina
La decisión de Washington provocó rechazo en varios gobiernos latinoamericanos. Desde Caracas, el presidente Nicolás Maduro denunció que las maniobras militares constituyen una agresión directa y buscan justificar una intervención encubierta para apoderarse de los recursos naturales venezolanos.
De igual modo, Colombia, México y Brasil expresaron preocupación por los bombardeos en aguas del Caribe, realizados bajo el pretexto de combatir al narcotráfico. Expertos de Naciones Unidas calificaron estas operaciones como “ejecuciones sumarias”, en violación al derecho internacional.
El representante permanente de Rusia ante la ONU, Vasili Nebenzia, afirmó que las acciones norteamericanas constituyen una “campaña descarada de presión militar y psicológica” contra un Estado soberano.
Trump, Maduro y Petro: tensiones y acusaciones cruzadas
El presidente Trump ha acusado reiteradamente —sin pruebas— a Nicolás Maduro y al mandatario colombiano Gustavo Petro de liderar redes de narcotráfico regional.
Estas declaraciones, sumadas a la creciente militarización del Caribe, agudizan las tensiones diplomáticas y reavivan los temores sobre una política exterior estadounidense más intervencionista, centrada en la disputa por la influencia política y los recursos naturales del continente.
Desde una perspectiva latinoamericana, el despliegue del portaviones no solo representa un movimiento militar, sino también una demostración de poder político que busca marcar presencia ante los procesos de integración regional y soberanía energética.
