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Waterloo, la batalla que cambió la historia

Luego de ser derrotado en la batalla de Leipzig, Napoleón Bonaparte es enviado a la isla de Elba y el trono francés es repuesto a Luis XVIII por los Aliados. Sin embargo, a los once meses de comenzar el exilio, el líder francés escapa y vuelve a París el 20 de marzo de 1815. Desde su patria planeará lo que significaría su última contienda: la batalla de Waterloo, en Bélgica.


El primer exilio de Napoleón llegaba a su fin el 1 de marzo de 1815, casi un año después de abdicar al trono francés y pasar once meses en la isla de Elba por orden del Congreso de Viena. Aquel encuentro internacional, llevado a cabo en la capital austríaca y convocado por Austria, Rusia, Inglaterra y Prusia, tuvo el objetivo de restablecer las fronteras de Europa, reorganizar las ideologías políticas del Antiguo Régimen y encerrar a Napoleón, que aún contaba con el apoyo de su pueblo.

Así lo demostró cuando escapó y navegó hacia a la costa de Antibes, en el sur de Francia, y llegó a París el 20 de marzo acompañado por un ejército que formó a medida que marchaba por el país. En la capital donde había sido consagrado Emperador, en 1804 por el papa Pío VII en la catedral de Notre-Dame, Napoleón volvía al poder.

Mientras tanto, Luis XVIII, monarca repuesto en su trono por los Aliados, escapó ese mismo día hacia Bélgica al percibir que no contaba con la lealtad de sus ejércitos. Ese 20 de marzo daría inicio al periodo de los Cien Días.

Aunque Napoleón esperaba que los Aliados aceptaran su vuelta, una semana antes los mismos habían acordado ir a la guerra, y así lo mantuvieron en contra de los pronósticos del General. Según explica John Keegan en El rostro de la batalla, “mientras Napoleón trataba de reconstruir la Grande Armée (gran ejército), gran parte de la cual había sido desmovilizada en la Restauración, los aliados dispusieron cuatro ejércitos en las fronteras este y noroeste de Francia. Un ejército austriaco de 200 mil hombres debía penetrar en Francia a través de Alsacia-Lorena, y sería seguido por un ejército ruso de unos 150 mil; un ejército prusiano de alrededor de 100 mil debía marchar hacia el sur de Bélgica; y un ejército anglo-holandés, formado en torno a un núcleo británico que ya se encontraba en los Países Bajos, tenía que concentrarse al norte. El plan era que, una vez desplegados, entrasen simultáneamente en Francia”.

La estrategia Waterloo

En comparación al ejército de los Aliados, Napoleón logró hacerse con apenas 200 mil hombres armados, inferioridad numérica que debía suplir con inteligencia militar. Según explica John Keegan, el genio francés tuvo que elegir entre dos estrategias: “una de desgaste, defensiva y dilatoria, que, si durase lo suficiente, podría hacer que los aliados aceptasen la paz para eludir una amarga frustración; o una ofensiva contra los ejércitos británico y prusiano que se estaban juntando en Bélgica, y que si tenía éxito podía disuadir a los austriacos y a los rusos de arriesgarse a una derrota posterior. Dada su inclinación natural por el ataque, y dado que los ejércitos británico y prusiano solo eran algo superiores en número, se decidió por la segunda. Esta, por otra parte, tenía sobre la primera el atractivo añadido de que evitaba una segunda invasión extranjera del territorio nacional en dieciocho meses”.

Cuadro de Louis Dumoulin sobre la batalla de Waterloo.

“Su plan requería, por tanto, trabar batalla primero con uno solo, y de tal forma que el otro no pudiese acudir en su socorro hasta que fuese demasiado tarde. El asunto estaba en a cuál atacar primero. La base del ejército británico estaba en los puertos belgas; la del prusiano, en el Rin. Aquel que fuese atacado, debería replegarse hacia su base, con lo cual se separaría del otro, puesto que ambas líneas de comunicación eran perpendiculares. Un ataque contra los británicos podía provocar que los prusianos acudiesen en su ayuda; pero Napoleón pensó que, en cambio, no era probable que Wellington arriesgase su línea de comunicación con los puertos del canal para ayudar a Blücher. Según este razonamiento, debía atacar primero a los prusianos”. (John Keegan, El rostro de la batalla).

Finalmente, el ejercito francés se puso en movimiento para defenderse de la coalición enemiga, y avanzó directamente sobre los Países Bajos para atacar y destruirlos. Con ese fin envió una división a cuidar el flanco derecho y evitar que las tropas prusianas, comandadas por el mariscal de campo Gebhard von Blücher, se unieran al ejército inglés liderado por Arthur Wellesley, el duque de Wellington.

Antes de la contienda final, las tropas aliadas se enfrentaron con los franceses en distintos localidades de Bélgica, como en Quatre Bras, el 16 de junio, donde la contienda terminó en un empate táctico, o en Ligny, el mismo día, con un resultado victorioso para Bonaparte sobre los prusianos de Blücher.

La batalla de Waterloo

Para ser exactos, la batalla no tuvo lugar en la ciudad de Waterloo, sino en sus alrededores. El Duque de Wellington había erigido su cuartel general en esa región, y para el 18 de junio colocó sus tropas cerrando el paso hacia Bruselas.

“Napoleón se los encontró desplegados en una posición fuerte que cruzaba el camino principal hacia Bruselas, justo al sur del bosque de Soignes. Su parte delantera medía unos cinco kilómetros y medio, y sus flancos estaban bien protegidos, al este por los edificios de la granja y las casitas de Papelotte, Frichermont y La Haye, al oeste por el pueblo de Braine-l’Alleud. El centro de la posición estaba reforzado por dos granjas con fuertes edificios, La Haye-Sainte y Hougoumont”. (John Keegan, El rostro de la batalla).

El Duque Wellington en Waterloo, por Robert Alexander Hillingford.

Los historiadores, a manera de convención narrativa, suelen dividir la contienda en cinco fases, de las cuales una sola fue positiva para los ejércitos napoleónicos. Una vez ubicados, el emperador francés trató de impactar con su táctica a través de los cañones, aunque ese día, algo típico de Bélgica, el mal tiempo complicó los planes franceses. Como había llovido y todo el campo estaba lleno de barro, Bonaparte no pudo hacer los desplazamientos que siempre hacía con la artillería para atacar al enemigo. Lo mismo pasó con la caballería, que requiere de un terreno llano para ser empleado. Por el otro lado, Wellington puso las mejores tropas que tenía en los puntos que él consideraba claves para defender la posición. Eran los Foot guards, los veteranos expertos del ejército inglés que resultaron infalibles y sostuvieron la posición en Hougoumont.

Napoleón intentó penetrar la formación inglesa, sin lograrlo, y sin poder sacar provecho de la Guardia Imperial, sus mejores tropas.

“Napoleón estaba seriamente comprometido en dos frentes, y el avance de los prusianos le amenazaba con dejarle rodeado. Solo le quedaba un grupo de soldados para romper el cerco que se cerraba y recuperar la ventaja. Este grupo era la infantería de la Guardia Imperial. Alrededor de las siete, dejó su posición en la retaguardia y subió por la colina situada justo al este de Hougoumont. Los batallones británicos que estaban en lo alto dispararon andanadas al frente y a los flancos. El tiro al flanco del 52 grados de infantería ligera fue especialmente mortífero e inesperado: pudo verse, con sorpresa, cómo la Guardia se daba la vuelta y desparecía entre el humo del que había surgido. La batalla de Waterloo casi había terminado —los prusianos aún se encontraban en combate con los franceses en el flanco este—, y Napoleón había sido vencido”. (John Keegan, El rostro de la batalla).

Las consecuencias

Murieron más de 38 mil soldados por el lado francés, y otros 24 mil del otro bando. Cerca de las 21, Wellington y Blücher se reúnen en el cuartel de Napoleón, y a las 21:30, Wellesley redacta su informe: “Al margen de una batalla perdida, no hay nada más deprimente que una batalla ganada”.

Napoleón en Santa Elena, por Francois-Joseph Sandmann.

El 1 de julio, el mariscal prusiano ocupa Versalles, y el 8 restaura la corona de Luis XVIII. Dos días más tarde, Napoleón acepta la derrota y el 26 de julio es desterrado a la isla de Santa Elena, situada, a diferencia de la isla de Elba, en la mitad del Atlántico. Este es el fin del periodo de los Cien Días.

Seis años vivió Napoleón en Santa Elena, hasta el 5 de mayo de 1821, cuando murió en el exilio a los 51 años, según muchos envenenado por su guardiacárcel inglés.

Napoleón está enterrado en el complejo arquitectónico Los Inválidos, París. Fue trasladado en 1840, por iniciativa de Luis Felipe I.

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