En la madrugada del domingo, cerca de las 2 de la mañana, la Policía de la Ciudad y la Policía Federal realizaron un violento y sorpresivo operativo de desalojo contra militantes que acampaban pacíficamente frente al departamento de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el barrio porteño de Constitución. La represión fue brutal, desmedida y absolutamente injustificada.
Familias enteras, militantes y ciudadanos que se encontraban en vigilia solidaria fueron atacados sin previo aviso. Se llevaron gazebos, parrillas, mantas y otros elementos que utilizaban para sobrellevar el frío. No había disturbios, no se bloqueaban calles ni se generaban incidentes. La respuesta del gobierno fue la violencia.
Es muy grave lo que está pasando en este momento.
Patricia Bullrich mandó la Policia Federal a reprimir a la gente que se encontraba en la calle acompañando a @CFKArgentina. Una brutal e innecesaria represión, ya que las familias que allí se encontraban no molestaban a nadie. pic.twitter.com/dTRB97ongl— Editor✍ (@Editor_76) June 15, 2025
Este accionar —ordenado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich— refleja una alarmante escalada de revanchismo y odio político. No es la primera vez que se utiliza el aparato represivo del Estado para perseguir y silenciar expresiones populares, pero lo ocurrido esta madrugada marca un punto especialmente grave.
Estamos ante una situación institucional peligrosa. La represión como método para callar el apoyo a una figura política representa una amenaza directa a las libertades democráticas y a la convivencia pacífica. Es urgente que los organismos de derechos humanos, los sectores democráticos y la sociedad en su conjunto repudien este atropello.
Cerca de las 2 de la madrugada llegó la policía y reprimió a manifestantes que realizaban vigilia frente a la casa de Cristina. Se llevaron parrillas, gazebos y elementos que tenían para combatir el frío.
📽️ @FrancesBancaria pic.twitter.com/gq1nCys96v
— Agencia El Vigía (@AgenciaElVigia) June 15, 2025
Lo que está pasando es muy grave. No se puede naturalizar que el acompañamiento popular a una dirigente política sea respondido con palos, gases y violencia. El odio no puede ser política de Estado.