Ciencia y Tecnología

#SOSCiencia: Un sistema que se hunde en la crisis

Jorge Aliaga, Secretario de Planificación de la UNAHUR, ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigador del CONICET, analiza las consecuencias de los continuos recortes en Ciencia y Tecnología. Examina las realidades detrás de los números del Presupuesto para 2019 y alerta sobre los riesgos de discontinuar políticas científicas y tecnológicas.


Jorge Aliaga- Desde el inicio del actual Gobierno, hubo medidas tendientes a bajar el gasto en varias áreas, incluida la de ciencia. La eliminación de programas en el área de Salud y Educación fue muy evidente, con el argumento de que estos programas eran obligación de las provincias y, por lo tanto, eran las provincias las que debían hacerse cargo. En el área específicamente de Ciencia, se cortaron programas – como el INTA o la CONEA – o se eliminó personal mediante la limitación de contratados –como en INTI-.

Este año, se generaron tres condiciones adicionales que complican mucho más la situación. El primer punto es que las paritarias que se acordaron a nivel estatal fueron muy bajas. Eso afecta mucho a los sueldos. Los menores a $40.000 recibieron un 15 por ciento y sumas fijas, mientras que los que superan esa cifra sólo han cobrado sumas fijas, por lo que el aumento varía en cada caso hasta llegar a un mínimo del 8 por ciento, de acuerdo a cada sueldo. Y hablamos de una inflación que posiblemente esté entre el 40 y 50 por ciento. El segundo punto es que los subsidios y partidas que se usaban para comprar insumos y equipamientos se quedaron a la mitad, luego de la dolarización. Al subir el valor del dólar el doble, el poder de compra obviamente se redujo. No hubo ninguna actualización ni parece que la va a haber.

Y el tercer punto es que, desde que Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda de la Nación, puso como prioridad el déficit cero, ya no solamente se cortan programas o se subejecutan partidas, sino que se demoran pagos de lo que ya se hizo. Hace unas semanas se conoció que el Estado le debía a INVAP una gran suma de dinero por tareas que ya están realizadas. Y hablamos de una empresa que vende para el exterior y que produce energía. Hay programas que lleva adelante el ex Ministerio de Ciencia y Tecnología, como el CELFI (Centro Latinoamericano de Formación Interdisciplinaria) que ya tenían un financiamiento asegurado. Pero, si uno entra a la página del CELFI, todas las actividades de octubre, noviembre y diciembre están suspendidas, porque Hacienda no quiere ejecutar el crédito con tal de que no le aparezca como gasto.

A la par de este escenario, no se tiene en cuenta que no se pueden discontinuar las políticas científicas ni las líneas de investigación. Sobre todo porque, si el país venía haciendo algo que era realmente competitivo y se abandona, cinco años después ese tema ya lo desarrolló otro país. A su vez, las pequeñas y medianas empresas no tienen espalda para hacer investigación de desarrollo en el país. Si no tenés empresas estatales, que con su poder de compra traccionen y permitan que las PYMES puedan invertir en el desarrollo, es muy difícil de arrancar. Se abrieron decenas de PYMES alrededor del desarrollo de satélites, radares. Si todo eso se discontinúa, se cae todo el sistema, como estamos viendo ya con el cierre de varias de ellas en Bariloche y Córdoba. El problema, entonces, es complejo no sólo en ciencia básica y aplicada, sino en el aspecto tecnológico.

En lo relativo al presupuesto de 2019 para el área de Ciencia y Tecnología, si uno analiza los números, se ve que se destinó un 30 por ciento más que en 2015. El problema es que, en esos cuatro años, el presupuesto se multiplicó por tres y el dólar por 3,8. Es decir, el presupuesto total de Ciencia y Tecnología se bajó a menos de la mitad en valores constantes. Y todo el sistema se debilita. Hay un ejemplo paradigmático, que es el de la Biblioteca Electrónica. La Biblioteca consume 20 millones de dólares. Este año tenía asignados unos 440 millones de pesos y el año que viene debería tener 700 o incluso más, si se tiene en cuenta el valor actual del dólar. Pero sólo se le asignaran 32 millones de pesos. Eso implica que no se va a poder pagar la Biblioteca, que es un insumo fundamental para todos los científicos e investigadores.

Y las decisiones que se toman no son las mejores. Hace alrededor de 30 días, el 90 por ciento de los directores del CONICET presentaron una nota a Alejandro Ceccatto, presidente del CONICET, diciendo que la situación era crítica, que se habían pagado, hasta ese momento, el 40 por ciento de los gastos de funcionamiento del año pasado en pesos sin actualización y que no tenían forma de seguir funcionado, de pagar la luz, de comprar insumos, etc. Diez días después, anunciaron que se le asignaría al CONICET una partida de 412 millones, que se destinaron a pagar el aumento de sueldo a becarios y técnicos que no habían tenido actualización, y también para cubrir la paritaria que se había arreglado con los investigadores y el personal de apoyo. El problema es que, de los 420 millones que se destinaron para esas tareas, 212 pertenecían a la CONAE y 200 al MINCyT, por lo que no incrementaron partidas sino que sacaron el monto de la misma área.

Todo este escenario no es casualidad, sino que es parte de una idea de un poder económico. El 23 de febrero de 2016, Miguel Braun –ex secretario de Comercio y actual secretario de Política Económica en el Ministerio de Hacienda- dio un discurso en The Atlantic Council (think tank estadounidense en el campo de asuntos internacionales). Allí, dijo que Argentina tiene que dedicarse a lo que es naturalmente competitiva y definió áreas de interés como el sector de agronegocios, energías alternativas -solar en el norte y eólica en el sur-, energía no convencional, minería, productos audiovisuales, y software. Y eso es lo que han hecho hasta ahora. Todo el resto de la investigación y la producción científica se debería reconvertir a hacer alguna de estas cosas que son las que van a sobrevivir porque son las que tiene sentido, desde su perspectiva, que sobrevivan. Y en ese contexto, se dejan de construir satélites, se frena la investigación en muchas áreas y el sistema científico-académico se sumerge en la crisis.

Fuente: Agencia CTyS-UNLaM

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