Sin categoría

“La historia hay que contarla en clave literaria”

Entrevista a Pablo Pages, autor de Cuesta abajo, un policial negro que tendrá esta noche su presentación en el Teatro Verdi (Av. Almirante Brown 736, 19 horas) de La Boca, escenario de la novela. 


¿Cómo surge la novela Cuesta Abajo?

Pablo Pages: Borges decía algo así como que uno empieza a escribir por una pulsión, imágenes o algo del carácter de lo sensible. Y uno avanza porque nota que está bien lo que está haciendo y hay un momento crítico que puede estar sobre la mitad de la narración en donde te ponés muy nervioso porque el final no aparece y si no aparece todo lo que hiciste queda truncado. Pero casi siempre lo hace, porque uno empezó a escribir con una idea muy clara que seguramente puede tener varios finales. Y entonces uno elije y se queda más tranquilo porque sabe a dónde se dirige y escribe sin perder el tono, ni la prosa hasta que la historia acabe de la mejor forma. Pero yo no soy Borges y me pasó eso sobre la mitad del camino. Me acuerdo que se la pasé para que le pague una leída (por lo que estoy infinitamente agradecido) a Alejandro Agresti y él me contó que faltaba mucho trabajo por el medio, pero que si se hacía quedaba pipicucú. Y era así nomás, cuando me sentí tranquilo, mi tono se puso laxo y mi prosa poética se vino abajo por la ansiedad de llegar a ese gran final que había pensado. Ese fue el gran trabajo que hicimos con Camilo Sanchez, quien apostó a la novela ni bien leímos los primeros párrafos y con una pedagogía de orfebre o mejor dicho de alquimista renegado, fuimos peleando párrafo a párrafo el texto, engrosando ese medio tan conflictivo y con tantos signos de interrogación por donde se lo trabaje. En este punto o lugar fue donde tuve que mejorar la puntería a la fuerza para sostener los fraseos, la poesía y la prosa con toda la carga de intriga que eso tenía hasta el final del camino. Esta novela fue una novela iniciática y de aprendizaje.

¿Porque la elección de una novela negra hoy?

PP: Antes del género negro existieron un montón de policiales. El tema es que esos policías o investigadores tenían una capacidad de adivinos, de científicos inductivistas, que me resultó forzada por todos lados. Quiero decir con esto algo que pienso casi como un principio: “no creo que haya policías inteligentes”, es la condición, si se puede decir humana de un policía. El policial negro trabaja con personajes que por espúreas razones fueron expulsados de la institución hace mucho tiempo. Alcóholicos, medios depre, o simplemente solitarios personajes que viven de hacer algún favor pago desde su oficina de detective privado y pueden bajar un gato de un árbol como resolver cuestiones de Estado. Pero algo me faltaba o quizá no quería que funcione así. Entonces nuestro primer personaje no es un detective, solo es un hombre de unos 60 años que la consultora en la que trabajó toda su vida lo despide. Nuestro personaje vive en La Boca y esa madrugada post-despido, sentado en la dársena, mirando el amanecer caluroso del verano descubre flotando entre las botellas de plástico el cuerpo desnudo de una joven. Por una serie de circunstancias azarosas comienza a investigar y su vida cobra el vértigo y el sentido pérdidos en los setenta y ochenta como eterno estudiante de Sociología.

Hay mucho de personal que contas en la obra. ¿Qué te impulsó a eso?

PP: Vivo hace mucho tiempo en este Barrio pero esto no fue la causa. Sin lugar a dudas es el Riachuelo, ese cordón de aguas contaminadas por varias razones que separa Provincia de Capital. La Boca está tan cerca de la Rosada y todas las instituciones que forman parte de la cabeza de Goliat. Es un lugar marginal que hace unas décadas vivió como un barrio porteño en su mejor momento y los procesos neoliberales que sufrió este país y que ahora sigue padeciendo hacen de este lugar la cara inocultable de la desidia con que manejamos nuestra República. El Riachuelo para mí es como el cordón neurálgico que separa por tan poca distancia lo que la generación del 80 al mando de Roca y otros como Sarmiento llamaron “civilización o barbarie”. La Boca cuando entrás por Alte. Brwon se hace llamar en un pequeño monumento “La República de La Boca”. En este barrio atípico conviven viejas tradiciones de imigrantes, con la marginalidad y las artes. No nos olvidemos de Berni y otros tantos que produjeron su obra en este barrio. Creo que es un barrio con una identidad muy fuerte. En cierta manera representa en miniatura la Argentina. Este quilombo de gente que vino escapando de las guerras y antes también para buscar esa fantasía que le vendían de progreso y terminaron soportando sus vidas en enormes conventillos que aún siguen en pie cobijando a un crisol de gente de todos lados. La identidad de la La Boca es eso, la no identidad. Porque detengámonos un poco acá, que significa la identidad y para quien trabaja. Hablemos de cultura mejor y de las diferentes formas proxiológicas que tiene la misma para formar su capa de formas de música, cocina, arquitectura, etc. O sea, quiero decir que la identidad es como ese chiste de la experiencia, que te dan el peine cuando te quedás pelado.

Tocas temas que aún resuenan políticamente. ¿Cómo pensaste esta relación en la novela?

PP: Porque la realidad se sigue dirimiendo por los mismos titiriteros. Hay algo de lo mitológico en la figura de Perón que la derecha no soporta. Según Barthes el mito está ahí cumpliendo una función cuando hay cosas que no se pueden explicar desde lo racional. Pero es más que esto, es un juego, claro que se puede explicar pero si lo explicamos estamos cagando el relato que de alguna manera nos pone la historia. De alguna manera, mientras en otros continentes se avanzaba con los derechos y convenios laborales acá quedábamos atrás. Perón mete, incrusta, define en la realidad todos estos avances en materia social. Y lo hace con la seguridad de un cirujano. Sabía muy bien que si alguien concretaba esas leyes iba a ser apoyado por las masas indistintas, de procedencias heterogéneas. Lo hizo y punto. Fue un gran estadista sin lugar a dudas, un mago, un gigante. Pero no iba a durar mucho el sueño de tener a una clase obrera asalariada porque la derecha de este ispa es tan fuerte y tan jodida que siempre, cada unos diez años, te tiran cualquier gobierno al tacho. La única esperanza que tenemos es la unificación del peronismo en todas sus aristas con los sectores de izquierda, porque sino la derecha va a ganar siempre y lo poco de soberanía que tenemos se va a esfumar de la noche a la mañana en una charla etílica entre algunas potencias. Pero yo soy un escritor y todo esto que dije lo cuento de otra forma. Y creo, sinceramente, que la historia hay que contarla en clave literaria.

Fuente: APU

Deja un comentario